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Aunque la historia literaria durante mucho tiempo se ha basado sobre todo en los libros, la entrada a la modernidad cultural en las primeras décadas del siglo XX implicó que la lectura se diera ante todo en formatos más accesibles y perecederos como folletos, diarios y revistas, donde los aspectos visuales ocupaban un lugar cada vez más relevante. Ahí, escritores e ilustradores compartían la sociabilidad de las redacciones y se complementaban, disputando la atención de los lectores en el espacio de la página. Las publicaciones periódicas (frente a la centralidad de los libros) y las imágenes (frente a la exclusividad de los textos) traen una apertura a los estudios literarios. No recuerdan el carácter ´compuesto´ de la literatura en una combinación de lenguajes y materiales que excede la intención de un autor individual. Si se trata de pensar la lectura en contexto periodístico como un conjunto textual y visual, para percibir las articulaciones que, de manera transitoria y más allá del control autoral, pudieron generar efectos de sentido en su contacto con las imágenes.