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La obra crítica de David Viñas es sin lugar a dudas una de las más intensas y significativas de nuestro último siglo. Y nadie puede negar que, a fuerza de un trabajo sostenido y riguroso, su nombre ha llegado a ocupar también un lugar destacado en la historia crítica, cultural e intelectual de la izquierda latinoamericana, junto a los de Antonio Candido, Ángel Rama, Antonio Cornejo Polar y Roberto Fernández Retamar, sólo por citar algunos indiscutibles. Sin embargo, su figura sigue resultando aún arisca a las etiquetas, incluso a una tan ambigua como la que asoma en el siempre sospechoso y siempre sospechado significante de "crítico social" o "crítico", a secas. El carácter múltiple y diagonal de su producción puede ser una de las razones fundamentales de esa dificultad de fichaje. A lo largo de casi cinco décadas de trabajo ininterrumpido, Viñas ha abordado "con el mismo rigor y el mismo compromiso crítico" el teatro, el cine y la historia, la literatura y la política, el campo intelectual y la cultura popular. Pero además lo ha hecho siempre desde una determinación transgresiva que no se reduce sólo a la toma "hay que sostener el sentido político del verbo" de los géneros y las disciplinas, sino que también implica una intervención deliberada y transformadora de sus contenidos objetivos.