IDIHCS   22126
INSTITUTO DE INVESTIGACIONES EN HUMANIDADES Y CIENCIAS SOCIALES
Unidad Ejecutora - UE
capítulos de libros
Título:
Fantasmas de la violencia. Apuntes sobre un tema en Roland Barthes
Autor/es:
ZUBIETA, ANA MARÍA; CROTTI, NORMA; CRESPI, MAXIMILIANO
Libro:
Mapas de la violencia: filosofía, teoría literaria, arte y literatura
Editorial:
EdiUNS
Referencias:
Lugar: Bahía Blanca.; Año: 2012;
Resumen:
La «estúpida violencia de las cosas», ese sintagma de reminiscencia lucreciana (que Barthes no habría dudado en emplear en toda su intensidad fantasmática como acápite de una pesquisa cuyo secreto deseo no sería otro que el de descamar su artificial naturalización), marca el límite concreto, el callejón sin salida de todo discurso sobre la violencia. Señala por un lado, a la vez, las dos mistificaciones de la violencia en que encalla la Doxa (la que la funde en lo irremediable del Destino y la que pretende reducirla y justificarla en la lógica de la Causa); y, por otro, remite al déficit de la teorización misma. La doxa humanista acorrala falsamente el problema en un dilema moral naturalizado (violencia o no-violencia). El dilema complace al progresismo bienpensante y crea un semblante que no mitiga ni da cuenta de la complejidad real del la problemática. Para evadir esa casuística de la frustración es preciso llevar la cuestión hacia un trilema, tal y como lo hace Roland Barthes en su reflexión sobre el vivre ensemble. Porque si la estupidez naturalizada de la violencia cancela ?ipso facto y por absurdo? todo intento de hablar de la violencia, todo discurso sostenido sobre la violencia articulado sobre un dilema moral excluyente se vuelve a la vez irrisorio, voluntarista e insignificante. Cuando el dilema se circunscribe al sí o al no a la violencia, lo que está siendo negado es el verdadero interrogante: el qué hacer con la violencia. Porque, finalmente, ¿desde qué punto incierto, desde qué lugar de la buena conciencia o de la mala fe, es dable sostener un discurso sobre la violencia capaz de saltar el suelo cenagoso de la fraseología hipócrita que, en la ostentación de un sentido, oculta ante todo la miseria de su propia impotencia? Y, viceversa, ¿desde qué distancia aséptica es posible imaginar siquiera un discurso libre de su fantasma cuando su asedio remite al fundamento mismo de toda discursividad?