IDIHCS   22126
INSTITUTO DE INVESTIGACIONES EN HUMANIDADES Y CIENCIAS SOCIALES
Unidad Ejecutora - UE
capítulos de libros
Título:
Mi Viel: de ángeles y aleluyas hasta el silencio, hasta la nada
Autor/es:
MALLOL, ANAHI DIANA
Libro:
Viel Temperley: artículos y ensayos críticos elegidos
Editorial:
Editorial del Dock
Referencias:
Lugar: Ciudad Autónoma de Buenos Aires; Año: 2011; p. 24 - 34
Resumen:
Siempre que se habla de Héctor Viel Temperley se hace referencia al misticismo, a la aparición permanente en sus textos de cuestiones divinas y  a la presencia constante de los ángeles. Sin embargo, pocas veces queda claro qué se quiere decir en este caso con la palabra “misticismo”, sea quienquiera que la enuncie. Si en términos estrictos cuando se habla de poetas místicos, por ejemplo de San Juan de la Cruz, se habla de una experiencia, más allá de las palabras, de comunión del ser humano, del ser hablante, con una presencia divina que lo trasciende, llama la atención en Héctor Viel Temperley la carnadura particular de esta experiencia y del lenguaje y las imágenes por medio de las cuales da cuenta de ellas. A  lo largo del periplo de la poemática completa se ve que esta felicidad inicial, juvenil, encuentra algunos momentos de quiebre o de duda. Cuando el dolor golpea, lo disarmónico adviene al poema como duda que pone en cuestión la sintaxis de la certeza, así como la rigidez de cierto dogmatismo que el sujeto lírico rechaza en pro de su experiencia personal y única. Y es ciertamente este cuerpo dolorido, ya no tan joven, ya no tan alegre, este cuerpo advenido al dolor y a la herida, como el del Cristo de la pasión, cuerpo con la cabeza vendad, el que, renovada la fe en la mística, obtendrá su iluminación máxima. A  lo largo del periplo de la poemática completa se ve que esta felicidad inicial, juvenil, encuentra algunos momentos de quiebre o de duda. Cuando el dolor golpea, lo disarmónico adviene al poema como duda que pone en cuestión la sintaxis de la certeza, así como la rigidez de cierto dogmatismo que el sujeto lírico rechaza en pro de su experiencia personal y única. Y es ciertamente este cuerpo dolorido, ya no tan joven, ya no tan alegre, este cuerpo advenido al dolor y a la herida, como el del Cristo de la pasión, cuerpo con la cabeza vendad, el que, renovada la fe en la mística, obtendrá su iluminación máxima. A  lo largo del periplo de la poemática completa se ve que esta felicidad inicial, juvenil, encuentra algunos momentos de quiebre o de duda. Cuando el dolor golpea, lo disarmónico adviene al poema como duda que pone en cuestión la sintaxis de la certeza, así como la rigidez de cierto dogmatismo que el sujeto lírico rechaza en pro de su experiencia personal y única. Y es ciertamente este cuerpo dolorido, ya no tan joven, ya no tan alegre, este cuerpo advenido al dolor y a la herida, como el del Cristo de la pasión, cuerpo con la cabeza vendad, el que, renovada la fe en la mística, obtendrá su iluminación máxima. A  lo largo del periplo de la poemática completa se ve que esta felicidad inicial, juvenil, encuentra algunos momentos de quiebre o de duda. Cuando el dolor golpea, lo disarmónico adviene al poema como duda que pone en cuestión la sintaxis de la certeza, así como la rigidez de cierto dogmatismo que el sujeto lírico rechaza en pro de su experiencia personal y única. Y es ciertamente este cuerpo dolorido, ya no tan joven, ya no tan alegre, este cuerpo advenido al dolor y a la herida, como el del Cristo de la pasión, cuerpo con la cabeza vendad, el que, renovada la fe en la mística, obtendrá su iluminación máxima. A  lo largo del periplo de la poemática completa se ve que esta felicidad inicial, juvenil, encuentra algunos momentos de quiebre o de duda. Cuando el dolor golpea, lo disarmónico adviene al poema como duda que pone en cuestión la sintaxis de la certeza, así como la rigidez de cierto dogmatismo que el sujeto lírico rechaza en pro de su experiencia personal y única. Y es ciertamente este cuerpo dolorido, ya no tan joven, ya no tan alegre, este cuerpo advenido al dolor y a la herida, como el del Cristo de la pasión, cuerpo con la cabeza vendad, el que, renovada la fe en la mística, obtendrá su iluminación máxima.