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Con motivo de la crisis financiera y económica internacional, arreciaron los consejos para que la Argentina vuelva a solicitar préstamos al FMI aunque técnicamente los giros sobre este organismo no son préstamos, sino compras de moneda internacional. Estas sugerencias ignoran o menosprecian los efectos recesivos de los programas del FMI; la apreciación del peso que siempre los acompaña, que erosiona la competitividad de la producción nacional; y el sesgo de sus condicionalidades, que afecta la soberanía económica. Cuando se contabilizan los puntos de producto bruto perdidos en vigencia de programas del FMI, el costo de usar sus recursos supera con creces los beneficios de tal financiamiento. Además, su estrecho capital y los montos limitados que los países pueden retirar, ligados a sus cuotas, obligan siempre a buscar financiamiento adicional: como el FMI suele definir, sus préstamos son más que nada, catalizadores.