INVESTIGADORES
CRUZ Pablo Jose
libros
Título:
Racionalidades campesinas en los Andes del Sur
Autor/es:
PABLO CRUZ; RICHARD JOFFRE; THIERRY WINKEL
Editorial:
EDIUNJU-IRD-CEFE
Referencias:
Lugar: San Salvador de jujuy; Año: 2015 p. 400
ISSN:
978-950-721-499-8
Resumen:
Racionalidades campesinas en los Andes del Sur: reflexiones en torno a la quinua y otros cultivos andinosIntroducciónPablo Cruz, Richard Joffre, Thierry WinkelLos Andes del Sur representan un amplio espacio geográfico que incluye las tierras altas y valles interandinos del sur de Bolivia, el norte de Chile y el noroeste de Argentina. Por mucho tiempo se consideró que en estas inhóspitas regiones de clima frío y seco y suelos pobres, la agricultura -definida aquí como el cultivo de plantas domesticadas-, se habría desarrollado de manera tardía y necesariamente por difusión desde regiones más benignas de los Andes Centrales y de los Valles Orientales. En esta perspectiva, tanto los principales cultivos andinos (papas, ocas, maíz, quinua, entre otros) como las tecnologías agrícolas que se implementaron en torno a su producción, como los sistemas de terrazas, fueron más vinculadas con algunos centros de origen tales que los valles centrales del Perú o la cuenca del lago Titicaca. Esta visión de la agricultura surandina como marginal y periférica acompaña -a la vez que argumenta-, una narrativa muy generalizada sobre los Andes que se funda en contados referentes históricos, como Tiwanaku, Wari, y, más tarde, el imperio de los inkas, considerados como focos de cultura y civilización. Y es que, en efecto, la agricultura y la cultura no solo son términos que comparten una misma raíz, sino que forman parte de un todo coherente e indivisible. Sin embargo, la imagen de una agricultura surandina rezagada fue paulatinamente cambiando en las últimas décadas. Por un lado, el determinismo ecológico, ampliamente anclado en modelos evolucionistas, se vio superado por nuevas aproximaciones que consideran que los saberes y prácticas agrícolas no son meras respuestas adaptativas al medio, sino más bien un complejo tramado que articula en un mismo plano diferentes realidades socio-históricas y dinámicas culturales, procesos cognitivos y contingencias ambientales. Por el otro, las investigaciones arqueológicas nos arrojan cada vez mayores datos sobre la temprana consolidación del modo de vida agrícola en las altas y áridas tierras surandinas, donde con los siglos se adquirió una profunda experiencia y conocimiento sobre los recursos ambientales y ecológicos particulares a esta región. Finalmente, el auge del cultivo de la quinua en el altiplano sur de Bolivia demuestra, desde hace más de 40 años, que esta agricultura a veces calificada de ancestral y marginal ha sido capaz de conquistar los complejos mercados internacionales de alimentos de alta calidad, con certificación orgánica y de comercio justo.Es con una concepción de factores sociales y ambientales estrechamente combinados y en continua evolución que los autores de este libro han elegido reflexionar sobre los complejos tramados que conforman y estructuran las racionalidades y prácticas agrícolas campesinas en un sector de los Andes considerado hasta hace poco tiempo como marginal. Circunscribimos estas reflexiones a un ámbito campesino que si bien es muy amplio, se demarca de aquellas prácticas productivas de escala empresarial regidas exclusivamente por sus intereses comerciales. Aportar datos y reflexiones actualizadas con referencia a la agricultura surandina es uno de los objetivos principales de este libro. Y aunque todavía quedan muchos vacíos e interrogantes por resolver, esta aproximación integrada ya es lo suficiente coherente como para ser cotejada con similares o diferentes casos en otras partes del mundo y, en primer lugar, con los Andes Centrales. Este libro tuvo su origen en un taller cuyo objetivo fue reflexionar sobre los cambios socio ambientales en la agricultura del sur andino en los últimos 1.000 años, encuentro organizado en La Paz (Bolivia) en diciembre 2008 en el marco del programa franco-boliviano EQUECO . Luego, como fruto de colaboraciones internacionales entre ellas el programa franco-argentino ECOS , los editores invitaron a otros expertos más para que aporten con sus trabajos a estas reflexiones.Los autores de este libro ? arqueólogos, antropólogos, geógrafos, genetistas, agrónomos y ecólogos? representan un panel equilibrado entre ciencias humanas y biofísicas. Todos cuentan con una experiencia directa y reciente de la realidad actual o pasada de las sociedades y del ambiente natural de los Andes del Sur. A pesar de la diversidad de sus respectivas disciplinas y perspectivas, los autores se aplicaron en hacer sus contribuciones accesibles al público no especializado, presentando tablas y figuras que faciliten la comprensión de los datos y utilizando un glosario para definir, cuando necesario, ciertos términos técnicos o vernaculares. El alcance temporal del libro cubre desde los períodos prehispánicos hasta el presente mientras que en lo geográfico, recorre desde el altiplano sur y los valles interandinos del sur de Bolivia, hasta la puna y los valles del noroeste de Argentina pasando por las contrastadas regiones de Chile.En primer lugar, y para marcar una especificidad esencial de los Andes del Sur con respecto al "modelo" de los Andes Centrales, los aportes de M.A. Korstanje (Capítulo 1) y de M. Bruno y C. Rivera-Casanovas (Capítulo 2) relativizan la importancia del maíz frente a otros cultivos andinos, como los tubérculos y la quinua, utilizados por los pueblos prehispánicos del noroeste argentino y de los valles bolivianos. Al mismo tiempo, estas autoras reflexionan sobre los usos no alimentarios de las plantas cultivadas o silvestres: usos simbólicos en el caso del maíz analizado por M.A. Korstanje, o usos como combustible, forraje o medicina en el caso de la alta diversidad de plantas tratadas por M. Bruno y C. Rivera-Casanovas. Como complemento al análisis de microfósiles, la exploración de las estructuras arqueológicas de andenes, terrazas o parcelas con riego, y de los mismos suelos que contienen, hace resurgir las racionalidades de los pueblos prehispánicos tanto en sus prácticas productivas como en las situaciones de control social que manejaban. En estos últimos aspectos, resalta otra diferencia notable con los Andes Centrales: las antiguas estructuras productivas del altiplano surandino no muestran necesariamente acondicionamientos de envergadura. Es lo que ejemplifican los paisajes agrícolas de la región del salar de Uyuni (Bolivia) descritos por P. Cruz y R. Joffre (Capítulo 3). Estos sistemas de producción reflejan una organización social descentralizada, orientada a una optimización durable de la producción agrícola más que a su maximización. Esta característica de discreción visual no significa la ausencia de lógica excedentaria, ni la falta de capacidad evolutiva como también lo demuestran M.N. Quesada y M. Maloberti en el caso de la puna y los valles del noroeste argentino (Capítulo 4). Ahí, el análisis de la expansión del paisaje agrario indica que éste se vincula con lógicas de autonomía productiva y de toma de decisiones muy locales, a veces en una escala doméstica. Estas racionalidades campesinas que mantienen la autonomía productiva se transparentan hasta hoy en el comportamiento oportunista de los productores de quinua de Chile observado por D. Bazile y sus colegas (Capítulo 5). En este caso preciso, los productores de quinua junto con diversos actores territoriales desvían las políticas públicas diseñadas para la exportación, para apoyar innovaciones en favor del desarrollo rural local. Parte de estas innovaciones se fundan en el acceso a los recursos genéticos de la quinua. El estudio de S. Costa-Tártara y sus colegas (Capítulo 6) propone una reflexión desde la diversidad genética de las variedades locales de quinua encontradas en el noroeste argentino. Esta diversidad es el fruto de las decisiones tomadas durante siglos por los agricultores en su interacción con el ambiente local y sus intercambios con pueblos a veces muy distantes. Tales intercambios suponen una movilidad que precisamente constituye el punto focal de los análisis presentados por A. Vassas (Capítulos 7 y 8). Las estrategias familiares en torno a la expansión del cultivo de la quinua en el sur de Bolivia se suman en un desafío: cultivar sin estar presente. En una región periférica donde las condiciones de vida son difíciles, la movilidad es una práctica casi ineludible para aprovechar de las oportunidades económicas a veces lejanas. El auge mundial de la quinua iniciado allá desde los años 1970 ha transformado profundamente estas estrategias de movilidad, emergiendo la figura del "agricultor-citadino" para quién la comunidad de origen permanece como el lugar de identificación al mismo tiempo que representa el punto de referencia para sus movilidades hacia los centros urbanos. Pero manejar una pluralidad de residencias y de actividades puede ser difícil de conciliar con la preservación del derecho a la tierra. En el contexto particular del sur de Bolivia donde el usufructo familiar de las tierras colectivas sigue siendo la norma, las poblaciones locales supieron adaptar sus reglas comunitarias para articular movilidad, acceso a la tierra y producción agrícola. Pluriactividad, movilidad, campo y ciudad, producción local y mercado internacional, son otras tantas dimensiones del auge de la quinua. Esta compleja integración de entidades, escalas y procesos, tanto socioculturales, como políticos, económicos, ambientales y técnicos, operando en diversas entidades y escalas, se aborda mediante innovadores enfoques metodológicos presentes en los últimos dos capítulos. Los juegos de roles llevados a cabo por M. Vieira-Pak (Capítulo 9) en tres comunidades del sur de Bolivia permitieron que los actores locales elaboren una misma representación integradora de sus problemas reflexionando sobre lo que es justo, equitativo y sostenible en las condiciones agroecológicas locales y en su realidad social. Esta visión integradora alimenta un proceso de concertación en torno a la gestión territorial, un proceso en el cual los agricultores se vuelven los actores centrales de la reflexión sobre el futuro de su modo de subsistencia. Finalmente, en un plan teórico, el marco conceptual de la panarquía abordado por T. Winkel y colegas (Capítulo 10) permite integrar la diversidad de entidades, escalas y procesos identificados en el diagnóstico de las vulnerabilidades sociales y ecológicas en esta misma región del sur boliviano. En su análisis sistémico, estos autores revelan las circunstancias que promovieron la dinámica observada en los últimos 40 años e identifican algunas condiciones necesarias para un manejo adaptativo del agrosistema del altiplano sur de Bolivia. Se resalta que, en la necesaria renovación de las normas sociales de uso de las tierras, el reto para las poblaciones locales se suma en concebir un manejo más seguro y equitativo de los recursos territoriales sin ceder a la tendencia de comando-y-control promovida por varios actores que se multiplicaron en la zona.El conjunto de los estudios presentados en este libro demuestra como la agricultura en los Andes del Sur se ha mantenido a través del tiempo a pesar de las limitaciones ambientales y del aislamiento geográfico. Con las revoluciones agrarias y tecnológicas ocurridas a partir de fines del siglo XIX, estos sistemas agrarios milenarios parecían condenados a desaparecer, incapaces de competir con el sector agroindustrial, altamente mecanizado y conectado al mercado internacional. Sin embargo, el éxito del cultivo de la quinua observado en el altiplano sur de Bolivia desde los años 1970 demuestra no sólo la vitalidad de una agricultura familiar apegada a su organización comunitaria y a la tenencia colectiva de la tierra, sino también la viabilidad económica de un modelo productivo orientado a mercados de nicho y, a la vez, plenamente globalizado. Ahora que los productos andinos se aprecian cada vez más en los mercados internos y que, en el caso de la quinua, emergen competidores cada vez más numerosos en todos los continentes, los campesinos de los Andes del Sur podrían resolver el desafío de asegurar su futuro valorando la dimensión patrimonial de sus producciones ancestrales y locales. Es aquí donde vemos que la historia nunca deja de enviar sus señales para guiar el futuro de los que saben escucharla.