INCIHUSA   20883
INSTITUTO DE CIENCIAS HUMANAS, SOCIALES Y AMBIENTALES
Unidad Ejecutora - UE
congresos y reuniones científicas
Título:
"La vieja y la nueva vitivinicultura mendocina: una mirada desde el entrecruzamiento de los actores y las políticas públicas"
Autor/es:
IRIART GABRIELLI GIMENA; MATEU, ANA MARÍA
Lugar:
Mendoza
Reunión:
Otro; Coloquio Internacional ?Patrimonio, turismo y valorización de los territorios de la vid y del vino"; 2018
Resumen:
Recuperar el patrimonio vitivinícola supone una puesta en valor del mismo en cuanto a sus bienes y procesos tangibles e intangibles. Cualquier observador que llegó a la provincia después de 1990, podría haber creído que esas viñas y esos vinos que comenzaban a competir en los mercados internacionales eran una novedad. Nuevas tierras y uvas, inversores recientes y de antigua data, empresas familiares, tecnologías novedosas para vinos que empezaron a competir y a deslumbrar a los mercados de exportación, planes estratégicos de largo aliento que se asentaron y se entrecruzaron sobre una estructura agroindustrial centenaria. La bibliografía disponible ha analizado lo que permaneció y lo que sigue en proceso de cambio en una actividad estructuradora vertebradora de nuestra identidad. Somos la tierra del vino.La resurrección de los artesanales vinos coloniales contó con el apoyo decidido del estado nacional y provincial y ya para la Primera Guerra Mundial el mercado interno se abasteció de nuestros productos. Las eximiciones impositivas a la plantación de uvas, la llegada del ferrocarril, la extensión de tierras irrigadas, la promoción del ingreso de mano de obra extranjera y los créditos fueron parte de las múltiples causas que alentaron un desarrollo vitivinícola explosivo, casi ?aluvial? como el ingreso de inmigrantes. La industria creció a pasos agigantados y desordenados bajo el impulso de bodegueros criollos y extranjeros a quienes solo les preocupó la cantidad de gargantas sedientas de los sectores populares que se integraron a la sociedad de consumo.. Mencionamos, por ejemplo, el caso de Arizu, bodeguero navarro arribado en 1884 a la provincia de Mendoza con el objetivo de convertirse en bodeguero. Su estrategia fue aprovechar la ?expertise? familiar adquirida en Navarra y las sólidas redes de paisanaje y de comerciantes en todo el país para aumentar el consumo, que requería de mucho vino y barato. Los vinos mendocinos eran, según Pedro Arata sólido profesional y Director General de Agricultura (1903), muy gruesos, de mucho color, de alta graduación alcohólica, y ricos en materias extractivas, por lo cual resultaban perfectos para su ?estiramiento?, que era una práctica normal.En una mirada de largo plazo, el ritmo febril de la industria se sustentó sobre premisas ilusorias: un crecimiento migratorio que mantendría su ritmo, un consumo que se incrementaría hasta llegar a los niveles de algunos países europeos, salarios que permitirían que el vino siguiera siendo un alimento presente en la mesa familiar y la confianza de que las costumbres comerciales se organizarían evitando que, apurados por la situación, los productores vendieran sus vinos sin estacionar y a cualquier precio. Dentro de este contexto, una de las tareas prioritarias del estado provincial, de las corporaciones, y de los empresarios fue impulsar algunas medidas para mantener y/o acrecentar el consumo doméstico, intentar regular el desequilibrio entre la oferta y la demanda para evitar la caída de los precios, bregar por la sanción de una nueva ley general de vinos e impulsar la lucha contra el establecimiento de nuevos impuestos que afectaban a la industria. En este sentido, ya desde comienzos del siglo XX, surgieron algunas leyes que apuntaban a controlar la sobreproducción mediante la eliminación del vino. Esta política fue posteriormente profundizada por la Junta Reguladora de Vinos, creada en 1934 bajo el gobierno de Agustín P. Justo, que funcionó hasta 1943. Lo paradójico es que con el arribo del peronismo y la mejora de los ingresos de los trabajadores, el vino no alcanzó y por ley se permitió su aguamiento. La estatización parcial de Bodega Giol (1954) y su posterior privatización (1988) constituyeron una muestra clara de la postura ambivalente de las políticas públicas del sector.A la par que ciertos sectores centraban su atención en impulsar el consumo y lograr ciertos ajustes en los fallos del mercado, algunos pocos demostraron su preocupación por la calidad como lo expresan las tempranas historias de los expertos que la recopilación de diversas fuentes ha permitido reconstruir. Tal es el caso, a modo de ejemplo, de Leopoldo Suárez, ingeniero enotécnico recibido en la Escuela de Conegliano en 1904, quien formó parte de los cuadros de gobierno del radicalismo lencinista y realizó algunas propuestas de cambio de los rasgos estructurales del modelo productivo y comercial, intentos que se fueron reformulando desde principios del siglo XX y que aún hoy se siguen reiterando.Recapitulando, la preocupación por la calidad y la adulteración viene de lejos. El vino sufría a lo largo de su llegada a los mercados contados aguamientos y hasta la mezcla con sustancias dañinas para el organismo. Había un ?gusto Buenos Aires? que poco tenía que ver con los standares actuales. La creación del INV en 1959, durante la presidencia de Frondizi, constituyó un hito en los controles de los caldos, a pesar de la persistencia de problemas que llevaron hasta la muerte a algunos consumidores. Se confirió al INV el carácter de institución de derecho lo que le otorgaba autoridad e independencia de acción para ejercer una correcta regulación de las actividades industriales en la genuinidad y clasificación de los vinos y en la vigilancia de su circulación. Además, se destinaba un fondo para fomentar la vitivinicultura y propiciar la construcción de bodegas regionales y así resolver el problema palpitante y antiguo de los viñateros sin bodega. No hay historia de la vitivinicultura sin resaltar el peso de la herencia de las políticas públicas nacionales y provinciales, coyunturales y hasta contradictorias, vinculadas al sector y con impactos desequilibrados sobre la cadena agroindustrial, así como de la importante presencia de las entidades sectoriales y su defensa de intereses casi siempre fragmentados. Hay temas de una agenda, casi centenaria, que están aún pendientes en la industria actual. A pesar de las tensiones, las disputas, los reclamos, los avances y los retrocesos en esta historia, somos la tierra del vino. Por eso, en febrero nos ponemos expectantes y en cada marzo celebramos emocionados la Vendimia