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Un punto de partida para un camino que lleve a una relación positiva entre el hombre y su ambiente, puede ser el de una reflexión actualizada sobre el significado del término hacer: ¿Qué significa hoy en día proyectar y producir? ¿Por qué y para quién se proyecta y se produce? ¿Es bella nuestra producción? ¿Cómo se inscribe en nuestras vidas? Tal y como ha sido formulada, la cultura occidental moderna del ?hacer? no puede continuar. La cultura fabrica orden: cultivamos la tierra, construimos casas, producimos objetos manufacturados. Pero nuestras sociedades fabrican mucha entropía. Disipan sus fuerzas y los valores en los que se basan se van desgastando. Por otro lado, la cultura moderna occidental del hacer tampoco puede morir. Las transformaciones que ha generado a nivel planetario son tales que esta cultura, lo queramos o no, ya constituye un elemento insustituible en el funcionamiento del macrosistema técnico que soporta la existencia de la humanidad entera. Si como sería de esperar, el planeta encuentra su equilibrio, éste sólo podrá ser equilibrio eco-tecnológico. Y, a pesar de todas las transformaciones, hibridaciones y mestizajes culturales que puedan darse, quedará inscrito algo del punto de partida de la técnica moderna, de la idea del ?hacer? nacida en Occidente. El diseño se presenta como una bisagra de relaciones e interacciones entre el conocimiento científico específico y las artes, una interfaz en la que el usuario, el ser humano involucrado en el uso de los productos de su propia cultura material, pueda resolver sus necesidades en equilibrio con su medioambiente y puede ofrecer respuestas al nuevo paradigma de la era del Antropoceno que contemplen la preservación del medioambiente y la cultura material, desde la tarea del hacer tan propia de dicha disciplina.