INCIHUSA   20883
INSTITUTO DE CIENCIAS HUMANAS, SOCIALES Y AMBIENTALES
Unidad Ejecutora - UE
congresos y reuniones científicas
Título:
Derechos de aguas y prácticas de Justicia en Mendoza en el siglo XVIII
Autor/es:
INÉS ELENA SANJURJO
Lugar:
Buenos Aires
Reunión:
Seminario; Segundo Seminario "El Derecho local en la periferia de la Monarquía Española"; 2012
Institución organizadora:
Instituto de Investigaciones de Historia del Derecho
Resumen:
Mendoza ha necesitado siempre para su sustento, del agua del río del mismo nombre, que llega a través de acequias y canales, y cuyo caudal depende de la cantidad de la nieve acumulada cada temporada. Para el mejor aprovechamiento del oasis, y el bien de todos, sus habitantes debieron desde las primeras épocas de la fundación de la ciudad, acordar las reglas relativas al buen uso y reparto del agua, sin que falte ni que sobre para que no haga daño, según se decía, ya que cualquiera de las dos situaciones resultaba nociva para la población; y que se cuidara también la limpieza de la misma para resguardo de la salud de la población. Más allá de las derivaciones que iba teniendo el concepto de propiedad, no podía aplicarse al uso del agua la idea de propiedad absoluta, y mucho menos en Mendoza, en la que por las características de zona semidesértica, el agua constituía un bien escaso, cuya disponibilidad variaba de acuerdo con los cambios climáticos. Si bien hubo en su cultura jurídica una fuerte noción de bien común -propia de la concepción de antiguo régimen que daba lugar preferencial al bien del común sobre el un grupo, y al del grupo sobre el del individuo- existió una tensión entre éste y la presencia de intereses de particulares. Los estrados en el que se dirimieron las discrepancias fueron los juzgados ordinarios y el mismo cabildo, según los casos, aunque una parte importante de los conflictos eran solucionados por los magistrados inferiores: jueces de aguas, jueces comisionados de acequias. Si bien por momentos prevalecieron intereses sectoriales, por tratarse el agua precisamente de un bien vital no podían permitirse demasiados excesos. La necesidad de que todos contasen con el mínimo indispensable, y de que se usase de manera equilibrada, hacía a la supervivencia de la población, y esto requería de una constante recomposición del acuerdo social.