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En este trabajo nos interesa analizar algunos elementos de continuidad en el uso del celta como motivo iconográfico entre el mundo helenístico y la Roma de Julio César. La imagen del celta, notablemente, se convierte a partir del siglo III a.C. en un símbolo omnipresente en monedas, terracotas y obras. Por un lado, en el mundo helenístico, el celta como imagen de la barbarie consiguió desplazar a una ya anacrónica figura del persa, que no reflejaba la nueva situación de los griegos instalados en Oriente. Por otro lado, La irrupción de este pueblo en la península balcánica y, a partir de su paso a Asia Menor para establecerse en Galacia, dotó a ciertos actores de un nuevo y renovado motor de alteridad e identidad. Los estados griegos, comenzando por la Liga etólica, pronto seguida por las principales monarquías herederas de Alejandro Magno, que se hallaban necesitadas de legitimidad para gobernar (seléucidas, atálidas, lágidas y antigónidas), comenzaron a hacer uso y beneficiarse del motivo de victoria sobre el celta bárbaro como herramienta propagandística eficaz. Siguiendo los modelos definidos por las primeras acuñaciones etólicas, varios reyes comenzaron a construir su imagen de defensores de la civilización frente al peligro del caos y la barbarie del norte. Es dentro de esta tradición iconográfica y propagandística como debe interpretarse en nuestra opinión la propaganda cesariana en sus primeras monedas, en las que se subraya su victoria sobre el peligro bárbaro del norte, al tiempo que se resalta su imagen de conquistador de la Galia haciendo uso de un lenguaje común y eficaz.