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Amalgamado en una filosofía de la negación, horroroso y temible, el neo-colonialismo se levanta ante nosotros para imaginar una sola vía de civilización posible. Instaura con fuerza avasalladora una línea de pensamiento único, que organizada en imaginario central define profundas consecuencias a la hora de mirar y entender a Latinoamérica. Pero devenido real con la conquista, no ha respondido ni responde a nuestros problemas; no lo hace en la teoría, por un lado, pero tampoco políticamente en los hechos. Se abre entonces la posibilidad al desplazamiento; a la instauración de otro imaginario que, en la vuelta al Ser, coloque a América Latina en su propio centro. El planteo del quienes somos es prioritario en este sentido; relevante en la medida en que, mas allá de un filosofar sin más, pueda orientar a los sujetos hacia lo proyectivo y lo programático.