INIBIOMA   20415
INSTITUTO DE INVESTIGACIONES EN BIODIVERSIDAD Y MEDIOAMBIENTE
Unidad Ejecutora - UE
capítulos de libros
Título:
HUELLAS DEL MAR EN LA TIERRA: LOS ESTUDIOS DE LOS ANTIGUOS TERRENOS MARINOS DEL TERRITORIO PAMPEANO-PATAGÓNICO Y SUS FÓSILES, 1824-1900
Autor/es:
SALGADO, L., NAVARRO FLORIA, P., GARRIDO, A.
Libro:
PAISAJES DEL PROGRESO: LA RESIGNIFICACIÓN DE LA PATAGONIA NORTE, 1880-1916
Editorial:
Educo
Referencias:
Lugar: Neuquén; Año: 2007; p. 135 - 190
Resumen:
(Prólogo de Perla Zusman) La imagen de la Patagonia se ha vinculado y se vincula a distintos intereses, a diversos sueños y utopías tejidos a distintas escalas. Si nos restringimos a los intereses económicos transnacionales, podemos observar cómo estos la construyen como un destino exótico para el turismo internacional o como ámbito rico en recursos minerales y energéticos, con tierras “disponibles” para su explotación. Estas imágenes se yuxtaponen con aquellas que circulan por el ámbito nacional. En este contexto, la relevancia turística, ambiental y económica de la Patagonia se cruza con perspectivas que debaten tanto su papel en la construcción de la comunidad imaginada argentina como su integración y autonomía en el contexto de la política del país. En realidad, tanto las imágenes como los debates políticos que dan cuerpo a la Patagonia hoy, no son nuevos. Unos y otros encuentran su génesis en las distintas estrategias discursivas que la “inventaron como lugar” (Nouzeilles 1999) y que legitimaron las distintas estrategias políticas que incorporaron esta región austral al proyecto territorial nacional durante el período que va desde la creación del Estado nacional hasta su redefinición en el marco de los gobiernos reformistas. Justamente, el libro que tienen entre sus manos busca dar cuenta de la diversidad de argumentaciones científicas que apoyaron las distintas representaciones de la Patagonia y que acompañaron y promovieron las propuestas políticas puestas en juego en la coyuntura señalada. Se trata de una nueva contribución realizada por el Centro de Estudios Patagónicos dirigido por Pedro Navarro Floria al conocimiento de los vínculos entre la historia de la ciencia y de la formación territorial de la región. Este trabajo ha sido precedido por otros como Ciencia y política en la región Norpatagónica: el ciclo fundador (1779-1806) publicado en 1994 por la Universidad de la Frontera (Temuco, Chile), y Patagonia: ciencia y conquista editado por el Centro de Estudios Patagónicos en el año 2004. En un contexto en que las lecturas sobre la Patagonia se multiplican y en que proliferan las miradas exóticas y despolitizadas -a la manera de aquellas ofrecidas por relatos orientalistas criticados por E. Said- las lecturas locales del pasado, atravesadas por los problemas del presente, resultan relevantes para comprender la realidad regional. La originalidad del texto reside en la forma de encarar el análisis de la relación entre ciencia y política mediada por el territorio. De hecho Paisajes del progreso explora la posibilidad de pensar la transformación espacio-temporal del paisaje como indicio de los cambios políticos orientados por la mutación de la idea de progreso, que es la que llevará en definitiva a la (des)incorporación de la región al proyecto estatal nacional. A través de los diversos capítulos puede comprenderse la construcción de la Patagonia como desierto antes de la Campaña de Roca de 1879 (capítulo 1). Esta imagen desarrollada tanto discursiva como cartográficamente (capítulo 3) buscó, ante todo, mostrar que se trataba de un ámbito geográfico ausente de civilización, o como lo señaló Victorica, de un territorio que era esterilizado por sus habitantes originarios. La propia ocupación y aniquilación de los indígenas (con su consecuente arqueologización y museificación, como lo demuestra el capítulo 2) abrió paso a la diversificación de los paisajes patagónicos y a la descripción de algunos de ellos como vergeles. Tal es el caso del área cordillerana norte, denominada ya por Martin De Moussy como la Suiza Argentina. El estudio de la Comisión Hidrológica (1911-1914) establece las bases empíricas para construir aquella Suiza argentina: define diferentes aprovechamientos productivos y obras de infraestructura que, junto con la organización de colonias, garantizarían el desarrollo de la región (ver capítulo 6) Desierto y vergel son dos imágenes que hablan de la mutación espacio-temporal pero también de la yuxtaposición de estas dimensiones sólo captables a través del concepto del paisaje. Al igual que el relato de viaje y el mapa, el paisaje es un dispositivo cultural occidental de aproximación a lo desconocido, a lo distante. En esta aproximación se solapan representaciones del lugar, imágenes de otros paisajes (pictóricas o literarias), valoraciones estética y proyectos. Se trata de una tentativa de dominar estéticamente la fusión naturaleza/cultura que se presenta a los ojos de los visitantes. Desde los relatos de viajeros como Mansilla, Zeballos o Moreno, hasta los estudios incorporados en los boletines de las Sociedades Geográficas o los trabajos de carácter más histórico o sociológicos aparecidos en la Revista de Derecho, Historia y Letras (ver capítulo 5) se conforman paisajes vividos o imaginados, presentes y futuros de la Patagonia que, en última instancia, legitiman las acciones políticas que se llevan adelante en esta región. Pero si las distintas contribuciones científicas construyen argumentaciones visuales y discursivas que apoyan la acción estatal, también el proceso de formación estatal nacional ofrece a las distintas disciplinas un contexto favorable para su despliegue. En este sentido la historia natural da paso a las primeras propuestas de institucionalización de la geografía (como proyecto de conocimiento utilitario, englobador de distintos saberes sobre el territorio tal como puede observarse en el capítulo 1), de la antropología (con estudios de carácter arqueológico, etnológico o de antropología física, como se ve en el capítulo 2) o de la geología (como se observa en el capítulo 4). Dicho de otra forma, si las argumentaciones científicas permiten incorporar al Estado nacional en el proyecto político civilizatorio, también el Estado nacional contribuye a situar los desarrollos disciplinarios en el marco de las propuestas científicas lideradas desde Europa. A través de artículos, conferencias en Europa o a través de participaciones en Congresos Internacionales o Exposiciones Universales, la Patagonia entra en la arena epistemológica como laboratorio; su flora y su fauna, junto con los hallazgos arqueológicos o la producción cartográfica sobre el área sirven para apoyar posturas en debate en la ciencia internacional. Y, de esta manera, esta vez, el país entra a la propuesta civilizatoria desde el campo científico-cultural. Ciencia y política en la región Norpatagónica: el ciclo fundador (1779-1806) publicado en 1994 por la Universidad de la Frontera (Temuco, Chile), y Patagonia: ciencia y conquista editado por el Centro de Estudios Patagónicos en el año 2004. En un contexto en que las lecturas sobre la Patagonia se multiplican y en que proliferan las miradas exóticas y despolitizadas -a la manera de aquellas ofrecidas por relatos orientalistas criticados por E. Said- las lecturas locales del pasado, atravesadas por los problemas del presente, resultan relevantes para comprender la realidad regional. La originalidad del texto reside en la forma de encarar el análisis de la relación entre ciencia y política mediada por el territorio. De hecho Paisajes del progreso explora la posibilidad de pensar la transformación espacio-temporal del paisaje como indicio de los cambios políticos orientados por la mutación de la idea de progreso, que es la que llevará en definitiva a la (des)incorporación de la región al proyecto estatal nacional. A través de los diversos capítulos puede comprenderse la construcción de la Patagonia como desierto antes de la Campaña de Roca de 1879 (capítulo 1). Esta imagen desarrollada tanto discursiva como cartográficamente (capítulo 3) buscó, ante todo, mostrar que se trataba de un ámbito geográfico ausente de civilización, o como lo señaló Victorica, de un territorio que era esterilizado por sus habitantes originarios. La propia ocupación y aniquilación de los indígenas (con su consecuente arqueologización y museificación, como lo demuestra el capítulo 2) abrió paso a la diversificación de los paisajes patagónicos y a la descripción de algunos de ellos como vergeles. Tal es el caso del área cordillerana norte, denominada ya por Martin De Moussy como la Suiza Argentina. El estudio de la Comisión Hidrológica (1911-1914) establece las bases empíricas para construir aquella Suiza argentina: define diferentes aprovechamientos productivos y obras de infraestructura que, junto con la organización de colonias, garantizarían el desarrollo de la región (ver capítulo 6) Desierto y vergel son dos imágenes que hablan de la mutación espacio-temporal pero también de la yuxtaposición de estas dimensiones sólo captables a través del concepto del paisaje. Al igual que el relato de viaje y el mapa, el paisaje es un dispositivo cultural occidental de aproximación a lo desconocido, a lo distante. En esta aproximación se solapan representaciones del lugar, imágenes de otros paisajes (pictóricas o literarias), valoraciones estética y proyectos. Se trata de una tentativa de dominar estéticamente la fusión naturaleza/cultura que se presenta a los ojos de los visitantes. Desde los relatos de viajeros como Mansilla, Zeballos o Moreno, hasta los estudios incorporados en los boletines de las Sociedades Geográficas o los trabajos de carácter más histórico o sociológicos aparecidos en la Revista de Derecho, Historia y Letras (ver capítulo 5) se conforman paisajes vividos o imaginados, presentes y futuros de la Patagonia que, en última instancia, legitiman las acciones políticas que se llevan adelante en esta región. Pero si las distintas contribuciones científicas construyen argumentaciones visuales y discursivas que apoyan la acción estatal, también el proceso de formación estatal nacional ofrece a las distintas disciplinas un contexto favorable para su despliegue. En este sentido la historia natural da paso a las primeras propuestas de institucionalización de la geografía (como proyecto de conocimiento utilitario, englobador de distintos saberes sobre el territorio tal como puede observarse en el capítulo 1), de la antropología (con estudios de carácter arqueológico, etnológico o de antropología física, como se ve en el capítulo 2) o de la geología (como se observa en el capítulo 4). Dicho de otra forma, si las argumentaciones científicas permiten incorporar al Estado nacional en el proyecto político civilizatorio, también el Estado nacional contribuye a situar los desarrollos disciplinarios en el marco de las propuestas científicas lideradas desde Europa. A través de artículos, conferencias en Europa o a través de participaciones en Congresos Internacionales o Exposiciones Universales, la Patagonia entra en la arena epistemológica como laboratorio; su flora y su fauna, junto con los hallazgos arqueológicos o la producción cartográfica sobre el área sirven para apoyar posturas en debate en la ciencia internacional. Y, de esta manera, esta vez, el país entra a la propuesta civilizatoria desde el campo científico-cultural. Paisajes del progreso explora la posibilidad de pensar la transformación espacio-temporal del paisaje como indicio de los cambios políticos orientados por la mutación de la idea de progreso, que es la que llevará en definitiva a la (des)incorporación de la región al proyecto estatal nacional. A través de los diversos capítulos puede comprenderse la construcción de la Patagonia como desierto antes de la Campaña de Roca de 1879 (capítulo 1). Esta imagen desarrollada tanto discursiva como cartográficamente (capítulo 3) buscó, ante todo, mostrar que se trataba de un ámbito geográfico ausente de civilización, o como lo señaló Victorica, de un territorio que era esterilizado por sus habitantes originarios. La propia ocupación y aniquilación de los indígenas (con su consecuente arqueologización y museificación, como lo demuestra el capítulo 2) abrió paso a la diversificación de los paisajes patagónicos y a la descripción de algunos de ellos como vergeles. Tal es el caso del área cordillerana norte, denominada ya por Martin De Moussy como la Suiza Argentina. El estudio de la Comisión Hidrológica (1911-1914) establece las bases empíricas para construir aquella Suiza argentina: define diferentes aprovechamientos productivos y obras de infraestructura que, junto con la organización de colonias, garantizarían el desarrollo de la región (ver capítulo 6) Desierto y vergel son dos imágenes que hablan de la mutación espacio-temporal pero también de la yuxtaposición de estas dimensiones sólo captables a través del concepto del paisaje. Al igual que el relato de viaje y el mapa, el paisaje es un dispositivo cultural occidental de aproximación a lo desconocido, a lo distante. En esta aproximación se solapan representaciones del lugar, imágenes de otros paisajes (pictóricas o literarias), valoraciones estética y proyectos. Se trata de una tentativa de dominar estéticamente la fusión naturaleza/cultura que se presenta a los ojos de los visitantes. Desde los relatos de viajeros como Mansilla, Zeballos o Moreno, hasta los estudios incorporados en los boletines de las Sociedades Geográficas o los trabajos de carácter más histórico o sociológicos aparecidos en la Revista de Derecho, Historia y Letras (ver capítulo 5) se conforman paisajes vividos o imaginados, presentes y futuros de la Patagonia que, en última instancia, legitiman las acciones políticas que se llevan adelante en esta región. Pero si las distintas contribuciones científicas construyen argumentaciones visuales y discursivas que apoyan la acción estatal, también el proceso de formación estatal nacional ofrece a las distintas disciplinas un contexto favorable para su despliegue. En este sentido la historia natural da paso a las primeras propuestas de institucionalización de la geografía (como proyecto de conocimiento utilitario, englobador de distintos saberes sobre el territorio tal como puede observarse en el capítulo 1), de la antropología (con estudios de carácter arqueológico, etnológico o de antropología física, como se ve en el capítulo 2) o de la geología (como se observa en el capítulo 4). Dicho de otra forma, si las argumentaciones científicas permiten incorporar al Estado nacional en el proyecto político civilizatorio, también el Estado nacional contribuye a situar los desarrollos disciplinarios en el marco de las propuestas científicas lideradas desde Europa. A través de artículos, conferencias en Europa o a través de participaciones en Congresos Internacionales o Exposiciones Universales, la Patagonia entra en la arena epistemológica como laboratorio; su flora y su fauna, junto con los hallazgos arqueológicos o la producción cartográfica sobre el área sirven para apoyar posturas en debate en la ciencia internacional. Y, de esta manera, esta vez, el país entra a la propuesta civilizatoria desde el campo científico-cultural. Revista de Derecho, Historia y Letras (ver capítulo 5) se conforman paisajes vividos o imaginados, presentes y futuros de la Patagonia que, en última instancia, legitiman las acciones políticas que se llevan adelante en esta región. Pero si las distintas contribuciones científicas construyen argumentaciones visuales y discursivas que apoyan la acción estatal, también el proceso de formación estatal nacional ofrece a las distintas disciplinas un contexto favorable para su despliegue. En este sentido la historia natural da paso a las primeras propuestas de institucionalización de la geografía (como proyecto de conocimiento utilitario, englobador de distintos saberes sobre el territorio tal como puede observarse en el capítulo 1), de la antropología (con estudios de carácter arqueológico, etnológico o de antropología física, como se ve en el capítulo 2) o de la geología (como se observa en el capítulo 4). Dicho de otra forma, si las argumentaciones científicas permiten incorporar al Estado nacional en el proyecto político civilizatorio, también el Estado nacional contribuye a situar los desarrollos disciplinarios en el marco de las propuestas científicas lideradas desde Europa. A través de artículos, conferencias en Europa o a través de participaciones en Congresos Internacionales o Exposiciones Universales, la Patagonia entra en la arena epistemológica como laboratorio; su flora y su fauna, junto con los hallazgos arqueológicos o la producción cartográfica sobre el área sirven para apoyar posturas en debate en la ciencia internacional. Y, de esta manera, esta vez, el país entra a la propuesta civilizatoria desde el campo científico-cultural.