IBCN   20355
INSTITUTO DE BIOLOGIA CELULAR Y NEUROCIENCIA "PROFESOR EDUARDO DE ROBERTIS"
Unidad Ejecutora - UE
libros
Título:
Eugenia Sacerdote de Lustig. Pionera del cultivo de células en la Argentina.
Autor/es:
STELLA MARIS RANUNCOLO; FEDERICO PÉRGOLA
Editorial:
Folio Uno
Referencias:
Lugar: Buenos Aires; Año: 2014 p. 118
ISSN:
978-987-45315-0-6
Resumen:
Eugenia Sacerdote de Lustig Pionera del Cultivo de Células en la Argentina. Stella Maris Ranuncolo y Federico Pérgola Prefacio ?Eugenia, la bien nacida?, le explicaría un día su padre, ya enfermo, a la corta edad de seis años. Quería que tuviera claro el significado de su nombre. Sacerdote, surgió en reemplazo de Cohen, un cambio que su papá debió realizar por cuestiones religiosas. Es así que adoptó el equivalente en español de su verdadero apellido (Cohen significa sacerdote en hebreo). El apellido Lustig, vendría más tarde al casarse con el ingeniero Maurizio, con quien deberá abandonar su país natal en el viejo continente. Así, en julio de 1939, habiendo partido desde Nápoles embarcada en el Oceanía, llegó a Buenos Aires, la Dra. Eugenia Sacerdote de Lustig. En el Instituto de Oncología ?Ángel H. Roffo? fue y continúa siendo ?La Doctora.? Cuando una persona que ha trabajado a su lado, ya sea un ex-becario, ex-doctorando, investigador, personal de planta del hospital o todo aquel que la haya conocido dice La Doctora, el interlocutor sabe que está haciendo referencia a Eugenia Sacerdote de Lustig. Osvaldo Fustinoni, con motivo de la ceremonia de entrega del Premio Hipócrates 1991 de la Academia Nacional de Medicina, expresó que ?la vida de la Dra. Lustig es la historia de una pasión?. Estas palabras fueron recordadas por su discípula, Elisa Bal de Kier Joffé, el día en que Eugenia recibió la Medalla Conmemorativa del Bicentenario de la Revolución de Mayo en el Senado de la Nación. Este homenaje, que tuvo lugar el 15 de noviembre de 2011 por iniciativa de la Senadora Nacional por Buenos Aires María Eugenia Estenssoro, seria el último reconocimiento que recibió la Dra. Lustig, exactamente doce días antes de su fallecimiento. Eugenia Sacerdote de Lustig murió en su casa del Barrio de Belgrano, el domingo 27 de noviembre de 2011. En esta oportunidad, hago mías esas palabras, considerando que representan la más sintética y elocuente definición de la vida de la Dra. Eugenia Sacerdote de Lustig. Seguramente, esa pasión nació el mismo 9 de noviembre de 1910, y jamás la abandonó. Quizá sirva para explicar esa inagotable fuerza con la cual enfrentó cada una de las dificultades que se presentaron a lo largo de sus 101 años de vida. Más allá de los imponderables inherentes a la vida, tales como la pérdida de su padre a edad temprana, el fallecimiento de su esposo en 1970, la ceguera en la última década de su vida entre otros. Sacerdote de Lustig debió enfrentarse a otros avatares, un tanto irracionales y nada comprensibles. Los mismos comenzaron por su condición de mujer. En aquellos años, segunda y tercera década del siglo veinte, se esperaba que las mujeres se casaran y se ocuparan de la casa, del marido y de los hijos. No precisamente que se embarcaran en una empresa universitaria como la carrera médica. Más tarde, tras el advenimiento del régimen fascista en Italia, ser judío constituiría otro problema. Eugenia y su marido, pocos meses después de haber iniciado la vida matrimonial en Roma, se vieron obligados a abandonar Italia, su país natal. Así fue como en 1939 partieron desde el puerto de Nápoles hacia el continente americano en el ?Oceanía?. El destino final había sido Buenos Aires. Pero una vez más, como consecuencia de la declaración de la Segunda Guerra Mundial, la maquinaria necesaria para dar inicio al trabajo de Maurizio (la producción de hilos de cobre) en Buenos Aires no llegaría y la empresa le asigna un nuevo destino. Así fue entonces como desde Buenos Aires se trasladaron a Brasil, y vivieron durante un año en la ciudad de San Pablo, antes de poder radicarse definitivamente en nuestro país. Los comienzos en Buenos Aires no fueron sencillos. Menos aún, la inserción laboral de Eugenia en el mundo de la investigación médica. Se sucedieron varias instituciones y cargos. Esta sucesión se inicia con una concurrencia ad-honorem al Departamento de Histología de la Facultad de Ciencias Médicas de la Universidad de Buenos Aires. De aquí pasaría al Instituto de Oncología ?Ángel H. Roffo?, al Instituto Nacional de Enfermedades Infecciosas ?Carlos G. Malbrán? y a la Facultad de Ciencias Exactas y Naturales de la Universidad de Buenos Aires. Finalmente, en 1966 y como jefe del Departamento de Investigaciones, se queda definitivamente en el Instituto de Oncología ?Ángel H. Roffo?. A partir de ese año el Roffo pasó a ser su único lugar de trabajo. Desde su llegada al entonces Instituto de Medicina Experimental para el Estudio y el Tratamiento del Cáncer, tras la convocatoria del médico patólogo Braccheto Brian en 1948, nunca se alejó totalmente. Dividió su tiempo de trabajo entre ?el Roffo? y su otro compromiso laboral, según fueran los mismos en distintas instituciones, entre los años 1950 y 1966. La doctora Sacerdote de Lustig concurrió diariamente al Instituto ?Roffo? hasta diciembre de 2004. Eugenia Sacerdote introdujo en nuestro país la técnica moderna de cultivo de células y tejidos. Estudió durante cuarenta años la biología celular y molecular de la célula cancerosa. En los últimos años de actividad profesional incursionó en el campo de la neurobiología. Se abocó al estudio de los cambios degenerativos que sufren las neuronas de los pacientes diagnosticados con enfermedad de Alzheimer. Desempeñó un rol fundamental durante la epidemia de poliomielitis que azotó nuestro país en 1956. Los primeros niños argentinos que recibieron la vacuna anti-poliomielítica de Salk, lo hicieron en el Instituto ?Malbrán? de la mano de la Doctora. Lamentablemente, en reiteradas oportunidades, su actividad científica en la Argentina no fue inmune a los acontecimientos políticos del momento. Muchos aspectos de la vida profesional de la doctora Eugenia Sacerdote de Lustig despertaron mi admiración. Su capacidad de asombro que siempre conservó intacta y ponía de manifiesto ante cada comentario, ya sea durante la discusión de un hallazgo científico o disparado por el resultado obtenido por algún becario. Compartir con ella la lectura de trabajos científicos fue una experiencia maravillosa. Muchas veces me sucedió no poder completar el párrafo siguiente, porque la Doctora ?interrumpía? completando la frase, o tal como sucedió muchas veces, acotando que ella ?lo había conocido? (al autor que comentaba) o que ella ?había estado allí? (durante una presentación a congreso, por ejemplo), o que ella ?lo había visto? (el desarrollo de algún experimento clave en algún laboratorio de alguna Universidad del mundo). En el preciso instante en que esto sucedía, me preguntaba en silencio qué representaría aquello para mí en el futuro. Hoy, una década después, creo tener al menos parcialmente la respuesta: me enseñó sin proponérselo la importancia de amar y respetar la tarea que uno desempeña, a no claudicar y a ir siempre un poquito más allá. No menos impactante para mí fue el hecho de cómo la realidad política y social en el Viejo Continente primero y más tarde en el Nuevo Mundo, sembraron su camino de dificultades que no debieron haber sido tales. Mi impresión claro, siempre tuvo el confort de su capacidad de sortear cada una de esas dificultades y resurgir en cada oportunidad, con nuevas ideas, nuevos proyectos, otras posibilidades, una alternativa, pero el mismo sueño a perseguir y alcanzar con mayor sabiduría. En el presente trabajo me propuse fundamentalmente transmitir, ordenados al menos cronológicamente, algunos hechos, recuerdos, anécdotas, datos históricos y científicos, que escuché de su propia voz entre 1998 y 2002, periodo en que desarrollé mi Tesis de Doctorado. La mayor parte de estos párrafos fueron recogidos de conversaciones con ella en su despacho del Instituto de Oncología ?Angel H. Roffo?. De algunos de éstos párrafos se desprenden hechos que han sido reproducidos por quienes han escrito sobre la Dra. Sacerdote de Lustig. A pesar de ello, quise reunirlos en esta oportunidad, con el anhelo de que estén impregnados o al menos emane de ellos, el enorme honor y privilegio que experimenté al oírlos directamente de su protagonista. Eugenia Sacerdote de Lustig fue una de las personas que más profundamente ha influenciado mi vida profesional y personal. Aquí va un humilde homenaje a esa gran mujer, médica y científica ítalo-argentina. No puedo dejar de reconocer y agradecer la ayuda del profesor Federico Pérgola en este reconocimiento, en realidad, a la ciencia médica argentina. Stella Maris Ranuncolo