INVESTIGADORES
ISLA Federico Ignacio
congresos y reuniones científicas
Título:
aportes sedimentarios a la plataforma continental
Autor/es:
ISLA, F.
Lugar:
CRivadavia
Reunión:
Conferencia; VIII JNMCM; 2012
Institución organizadora:
AACIMA
Resumen:
El proyecto global sobre interacciones entre la tierra y el mar (LOICZ) resaltó los intrincados modos en que los procesos terrestres impactan en los sistemas marinos. Las estimaciones de los aportes sedimentarios a la plataforma continental patagónica se basaron en relaciones empíricas entre los caudales de los ríos y sus caudales sedimentarios. Sin embargo, algunas estimaciones de los ritmos de retroceso de los acantilados confirman que superan los escasos aportes de ríos que logran atravesar la planicie desértica, en una proporción de 200 a 50 millones de toneladas por año. Esto no debió ocurrir así durante todo el Cuaternario. Las terrazas fluviales y glacio fluviales de la Patagonia, compuestas mayormente de grava, dan idea de los caudales máximos que pudieron haber tenido algunos ríos antes de que fueran desactivados por inversiones en el sentido del drenaje, procesos de captura o desafectación de cuencas de drenaje por cambios climáticos. En 1983 el río Colorado aumentó significativamente su caudal del mismo modo que aumentaron sus caudales otros ríos del país (año ENSO). El aumento de la salinidad del valle inferior se debió a que ese año se volvió a conectar parte del antiguo sistema Bermejo-Desaguadero-Salado-Chadileuvú-Curacó, algo que no ocurría hacía mucho tiempo. Pero existen otras evidencias de que los ríos patagónicos tuvieron mayor caudal: sus valles poseen planicies aluviales que indican crecidas mucho mayores de las registradas en tiempos históricos. Comparando sólo las cuencas de los ríos Chubut y Chico de Santa Cruz se estimó que las diferencias de 21-24% en el área de drenaje entre el Pleistoceno superior (divisorias de hielos) y el Holoceno (divisorias de aguas), significan disminuciones de 32-34% en el caudal anual, asumiendo que no hubo diferencias en las precipitaciones ni en la evapotranspiracion. Además, las rías macromareales patagónicas son trampas de sedimento y por lo tanto los aportes fluviales como carga de fondo son muy difíciles de precisar. No obstante, estos estuarios poseen un registro sedimentario horizontal (programación) o vertical (agradación) de las variaciones de la cuencas en relación con las variaciones del nivel del mar. Los ritmos de retroceso de acantilados fueron máximos durante la primera mitad del Holoceno (transgresión postglacial) y disminuyeron significativamente durante la regresión. Los inicios de la regresión originaron barreras de grava y arena, y donde la arena acumulada fue abundante alimentó dunas costeras que en algunos sectores treparon a viejos acantilados. Con el tiempo, esa abundancia de arena empezó a disminuir dando lugar a playas desabalanceadas, espigas canibalizadas o dunas colgadas.  Comparando fotografías aéreas antiguas con imágenes satelitales modernas se han estimado los ritmos actuales de erosión del orden de 0,5 m/año tanto para los acantilados al norte y sur de Mar del Plata, como los de Patagonia y Tierra del Fuego. Sin embargo, considerando las alturas de los acantilados, los de Mar del Plata aportan sólo 5 m3 por m lineal de costa por año, mientras que los de Patagonia y Tierra del Fuego promedian 25 m3/m/año (Fig. 1). Algunos de estos acantilados patagónicos están protegidos naturalmente (acorazados) por barreras de grava. En otros casos, los efectos antrópicos modernos han aumentado su ritmo de retroceso. Finalmente, no todo el sedimento aportado por acantilados o ríos llega a la plataforma exterior o a profundidades abisales. Gran parte de este sedimento queda atrapado en las grandes depresiones costeras del norte de la Patagonia (golfos San Matías, Nuevo y San Jorge).