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En los niños que crecen en contextos de vulnerabilidad social se produce el mayor número de fracasos escolares. Hay evidencia de que estos niños tienen necesidades especiales basadas en diferencias, especialmente afectivas y sociales que afectan entre otros su rendimiento cognitivo y su salud en general. Estas diferencias deben ser reconocidas y atendidas por la escuela para optimizar su rendimiento y procurar su éxito académico. El aporte que realizamos surge en el marco del Programa Sin afecto no se aprende ni se crece, cuyo objetivo es reforzar los recursos afectivos, cognitivos y lingüísticos en niños en riesgo por pobreza extrema. El proyecto fue implementado en diferentes grupos de niños del ciclo básico de escuelas de alta vulnerabilidad social de la ciudad de Paraná, Entre Ríos. La participación de los niños fue autorizada por sus docentes y padres. Se estimularon los siguientes procesos psicológicos: las funciones ejecutivas, las capacidades lingüísticas, las emociones positivas, las habilidades sociales, el comportamiento prosocial, el afrontamiento del conflicto y las relaciones familiares, incorporando dicha estimulación al currículo escolar para que los recursos se fortalecieran al mismo tiempo que los niños adquirían la lectura, la escritura, las competencias matemáticas, etc. Los resultados obtenidos muestran que la intervención continua, durante al menos un año completo, mejora significativamente los modos de afrontamiento al estrés, disminuye los comportamientos hiperactivos y la agresividad, aumenta la conciencia fonológica, las conductas prosociales, la aceptación por parte de los pares, la serenidad, la alegría, la gratitud y la empatía emocional. Además, disminuye el ausentismo y el desgranamiento escolar. Estos resultados ponen de manifiesto que la enseñanza en contextos de vulnerabilidad social puede ser altamente aprovechada por los niños cuando se nutren además de sus necesidades intelectuales, sus vacíos afectivos y sociales.