INGEIS   05370
INSTITUTO DE GEOCRONOLOGIA Y GEOLOGIA ISOTOPICA
Unidad Ejecutora - UE
libros
Título:
Los cazadores-recolectores del extremo oriental fueguino. Arqueología de Península Mitre e Isla de los Estados
Autor/es:
ZANGRANDO A. F.; VÁZQUEZ M.; TESSONE A.
Editorial:
Sociedad Argentina de Antropología
Referencias:
Lugar: Buenos Aires; Año: 2011 p. 311
ISSN:
978-987-1280-21-6
Resumen:
Durante la segunda mitad de la década de 1980, el Museo Fin del Mundo (ex Museo Territorial de Tierra del Fuego) y la Asociación HANIS han respaldado institucional y financieramente estudios científicos en Península Mitre e Isla de los Estados. Gran parte de estas investigaciones estuvieron destinadas a prospecciones, excavaciones y estudios del registro arqueológico. Recientemente las investigaciones arqueológicas de dichos sectores han sido retomadas y continúan siendo apoyadas y financiadas por las mismas instituciones. Como resultado se ha logrado un avance significativo en el conocimiento sobre la historia y el estilo de vida de las sociedades cazadoras-recolectoras que habitaron esos sectores. Los capítulos de este libro están destinados a condensar esta información y presentar un estado de avance de las investigaciones y problemáticas arqueológicas del extremo oriental fueguino a la comunidad arqueológica, así como también a profesionales e instituciones dedicadas a la educación y manejo de zonas protegidas en Tierra del Fuego.Península Mitre e Isla de los Estados poseen características naturales importantes para la zona: colonias de aves y mamíferos marinos (Niekisch y Schiavini 1998; Schiavini et al. 2005), extensos turbales y humedales (Coronato y Roig 2000), rasgos paleontológicos (Olivero et al. 2003), entre otras. Asimismo, estos espacios conservan un patrimonio cultural de mucho valor, ya sea a través del registro material de sitios arqueológicos o como escenario de las primeras exploraciones al archipiélago fueguino documentado en numerosas fuentes escritas. Tanto en Península Mitre como Isla de los Estados existieron establecimientos productivos, como la factoría de lobos marinos que funcionó en Bahía Thetis entre 1940 y 1948, el establecimiento ganadero de la familia Ostoich en Bahía Aguirre, activo entre 1900 y fines de la década del 40, y la Estancia Policarpo dedicada a la ganadería ovina entre 1903 y 1961; o de carácter militar como la Subprefectura entre los años 1887 y 1896 en Bahía Buen Suceso. Desde hace varias décadas los establecimientos permanentes son realmente muy escasos -las excepciones son los destacamentos de la Armada Argentina en esta última bahía y en Isla de los Estados- y en la actualidad las actividades económicas desarrolladas en esta región se limitan a la esporádica extracción de ganado bagual en Península Mitre y al turismo alternativo. No obstante, por más escasa que sea, la actividad humana actual es uno de los principales factores que generan destrucción y descontextualización de los restos arqueológicos en ámbitos costeros de la Patagonia (Cruz y Caracotche 2008), lo que exige la elaboración de planes para su manejo y protección. En cierto grado, los datos que son proporcionados en este libro podrán ayudar a una futura toma de decisiones.La información presentada en este libro no es exclusivamente arqueológica. Las investigaciones arqueológicas en Península Mitre e Isla de los Estados partieron inicialmente del conocimiento de dos factores importantes para la elaboración de preguntas y modelos: el ambiente y la etnografía. Este libro comienza proporcionando estos parámetros de referencia, información que a su vez tiene valor para otras disciplinas científicas.En primera instancia, el capítulo de Ponce y coautores realiza una reconstrucción de la historia del paisaje, la vegetación y del clima en Isla de los Estados desde el fin de la Última Glaciación hasta la actualidad, fundamentalmente a partir de información geomorfológica y palinológica (polen y esporas). Estos autores articulan esta información con estudios previos del sur de Tierra del Fuego e identifican variaciones geomorfológicas y climáticas durante los últimos 20.000 años, entre las cuales se destacan: a) la acción de los glaciares y los cambios en el nivel del mar que conllevaron a modificaciones en la geografía de Península Mitre e Isla de los Estados y explican en grado importante la configuración que observamos en la actualidad; b) fluctuaciones en los registros polínicos y en el desarrollo de los bosques de Nothofagus; y c) oscilaciones en las precipitaciones y temperatura posiblemente vinculadas a variaciones en la posición latitudinal e intensidad del cinturón de los vientos del oeste (Westerlies). Parte de las conductas humanas que se analizan en los capítulos de este libro podrían interpretarse en relación con estos cambios o variaciones en el ambiente natural, ya sea por generar condicionamientos para la movilidad de cazadores-recolectores (por ej. Horwitz y Weissel) o modificaciones en la disponibilidad de recursos (por ej. Muñoz y Belardi), entre otros factores.      Vidal, en el tercer capítulo, realiza un análisis detallado de la información etnográfica. Este trabajo formó parte de su Tesis de Licenciatura defendida en 1985 y hasta la fecha sigue siendo el tratamiento más exhaustivo de los documentos históricos y etnográficos sobre las sociedades cazadoras-recolectoras de Península Mitre. Dado el valor que esta información tiene para la arqueología de la región y que el manuscrito sólo se encontraba disponible en escasas copias en su versión original inédita, nos pareció oportuno incorporarlo en el cuerpo de este trabajo. Vidal establece tres etapas sobre la base de fuentes disponibles, tomando como criterios la calidad de la imagen etnográfica generada y los procesos de cambio sufridos tanto por los indígenas como por la cultura. El primer período (1621-1882) lo define como un conjunto de fuentes en el cual las poblaciones aborígenes no habían iniciado la fase final de aculturación y en el que los observadores por lo general no tenían un interés etnográfico y carecían de formación científica. Vidal establece el segundo período entre 1882, año en el que Thomas Bridges establece su primer contacto con los aborígenes del oriente fueguino, y en 1931, cuando se publicó el primer tomo de la obra de Martin Gusinde (Die Feuerland Indianer). En esta etapa la información etnográfica generada es completamente distinta a la anterior. El autor destaca tres aspectos importantes para la consideración de las fuentes escritas entre estos años y que hacen necesario un tratamiento crítico de estas. Primero, fueron registradas en una situación de fuerte colapso cultural: la instalación de asentamientos permanentes en Tierra del Fuego, debido al desarrollo de actividades económicas o de misiones religiosas y políticas, generó una “situación marcada por una agresión étnica sistemática, el ‘corrimiento’ de las sociedades aborígenes y la consecuente reducción numérica y violenta aculturación” (pp.). Para Vidal el observador no es neutral en este enfrentamiento y eso habría influido en la carga valorativa de sus registros. Segundo, la bibliografía de este período se caracteriza por una elevada heterogeneidad de autores que llegaron a Tierra del Fuego con funciones diversas, entre los que se encontraban militares, religiosos, estancieros, aventureros, funcionarios públicos y científicos. Tercero y último, entre 1882 y 1931 son pocos los autores que aportan información generada por vías directas, ya sea a través de observaciones o de informantes. A pesar de estos factores, Vidal señala que las fuentes correspondientes a este período generaron un aporte fundamental para el caso específico de Península Mitre: la distinción entre unidades étnicas y la existencia de ciertas particularidades de las sociedades de cazadores-recolectores que habitaron ese espacio. El tercer período corre a partir de 1931, que Vidal marca la época en que las comunidades cazadoras-recolectoras han sido destruidas como tales. A partir de entonces, estas sociedades sólo podrían ser estudiadas a partir de sus vestigios materiales.Las primeras prospecciones y excavaciones arqueológicas en Península Mitre fueron realizadas por la Dra. Anne Chapman en 1969 y 1970, cuyos resultados fueron publicados pocos años después (Chapman y Hester 1973).  Fue la misma investigadora quién, en el verano de 1982, efectuó excavaciones en Bahía Crossley hallando evidencias materiales sobre ocupaciones de cazadores-recolectores en la isla e incorporando desde entonces este sector a la problemática arqueológica del archipiélago fueguino (Zangrando et al. 2009). No obstante, fue a mediados de la década de 1980 que tuvieron lugar las primeras investigaciones sistemáticas y continuadas en Península Mitre e Isla de los Estados, las cuales se dieron en el marco del Proyecto del Extremo Oriental del Archipiélago Fueguino (PEOAF). Scheinsohn y Muñoz, en el siguiente capítulo, analizan el contexto socioeconómico particular en el cual estas investigaciones arqueológicas tuvieron lugar y la trascendencia que ellas tuvieron, incluso por fuera del ámbito científico. Como señalan estos autores, las diferenciaciones ambientales presentes en el sudeste de Tierra del Fuego, junto a la intervención de otros factores, condujeron a que el estudio de la arqueología del extremo oriental fueguino se organizara en tres sectores: la arqueología de Isla de los Estados fue estudiada por Victoria Horwitz, mientras que José Luis Lanata y Hernán Julio Vidal dirigieron las investigaciones en el norte y sur de Península Mitre, respectivamente. El primer hallazgo realizado por Chapman en Isla de  los Estados motivó el desarrollo de tres campañas más, una realizada por esa investigadora en 1985 y dos más por Horwitz. Estos trabajos de campo se dieron en el marco de un proyecto cuyos principales objetivos fueron discutir las posibles actividades desarrolladas en la isla y analizar los posibles factores que podrían haber conducido hacia la exploración de este sector del archipiélago fueguino. Vidal abordó la arqueología del sur de Península Mitre, y más precisamente la de Bahía Valentín. Scheinsohn y Muñoz señalan que una de las mayores preocupaciones de ese investigador era la de identificar la etnia Haush y evaluar la información arqueológica a la luz de la fuentes etnográficas, sobre el supuesto de que ambos tipos de registros eran relativamente contemporáneos. Esta preocupación por la etnicidad se articulaba además con un componente procesual definiendo diferentes “unidades económicas-ambientales” dentro del paisaje de la bahía y mediante la cuales estructuró la información arqueológica presentada en su Tesis de Licenciatura. El proyecto dirigido por Lanata se orientó a entender las características de los grupos cazadores-recolectores que habitaron el norte de Península Mitre, definidos como “Haush” en un sentido genérico. Para ello se basó sobre la formulación de modelos con los cuales evaluar distintas pautas conductuales humanas de los últimos 1000 años.Este libro describe y analiza la información arqueológica siguiendo los criterios espaciales establecidos durante el PEOAF. Si bien los capítulos correspondientes a los distintos sectores retoman preguntas e información arqueológica generadas en el marco de aquel programa, las bases de datos previamente existentes se discuten a partir de nuevas perspectivas y se incorpora información recientemente generada.Uno de los primeros aspectos que se destaca es que Isla de los Estados puede ser considerada como una isla offshore, dado que se encuentra a una distancia considerable de una masa de tierra mayor. Esto plantea condiciones geográficas particulares para su poblamiento y para la movilidad humana frente a otros ámbitos dentro de un esquema de discusión macrorregional. En el capítulo quinto, Horwitz y Weissel presentan información relacionada a la subsistencia y tecnología de las sociedades cazadoras-recolectores que habitaron Isla de los Estados para un lapso comprendido entre aproximadamente 2700 y 1000 años antes del presente (AP). Este intervalo representa, de acuerdo al conocimiento actual, el lapso en el que la isla fue habitada por dichos grupos. Los autores describen los conjuntos artefactuales y faunísticos recuperados en el sitio Bahía Crossley 1 y evalúan cambios postdepositaciones mediante el grado de articulación de los restos arqueofaunísticos. Este es el único sitio en estratigrafía hasta el momento hallado en Isla de los Estados, aunque también existen otros loci con materiales dispersos en superficie en las bahías Flinders y Colnett. En el mencionado sitio se recuperaron diferentes tipos de herramientas, entre los que se destacan raspadores y raederas entre los líticos, y punzones, cuñas y puntas de arpón en la tecnología ósea; un fragmento de punta de arpón se encontró clavado en un húmero de pinnípedo. En los conjuntos óseos, los taxones más representados se encuentran pingüinos y albatros, y en menor medida cormoranes, pinnípedos, cauquenes, peces y cetáceos. Sobre la base de esta evidencia, en publicaciones previas ya se habían desarrollado interpretaciones y discusiones sobre las posibles actividades desarrolladas en la Isla y sobre las motivaciones que llevaron a los grupos canoeros a cruzar el estrecho Le Maire (Chapman 1987; Horwitz 1990 y 1993). Para este libro los autores optaron por analizar cuál fue el significado espacial, histórico y social de la Isla para las sociedades fueguinas articulando la evidencia arqueológica con la información etnográfica. En este sentido, Horwitz y Weissel interpretan que Isla de los Estados funcionó como un “paisaje mítico” al mismo tiempo que fue un ámbito con una importante oferta de recursos. Tanto una posibilidad como la otra señalan que Isla de los Estados, al ser visible desde Península Mitre, se habría encontrado dentro de los rangos de percepción normales de los grupos cazadores recolectores, formando parte de las dimensiones simbólica/pensadas (sensu Criado Boado 1999), pero además como un sector con disponibilidad de recursos para sociedades con movilidad marítima. Finalmente, los autores se preguntan: ¿qué motivos habrían impulsado a los primeros visitantes a llegar a la Isla de los Estados? Horwitz y Weissel sugieren que este ámbito se habría integrado tardíamente a un proceso de diversificación e intensificación ocurrido en el archipiélago fueguino (Zangrando 2009; Tivoli y Zangrando 2011). En este sentido, el uso de espacios y recursos pelágicos u offshore quedaría claramente ejemplificado en la isla, no sólo por las ocupaciones en dicho lugar y por la alta representación de recursos característicos de estos ambientes, como es el caso de los albatros, sino también por una mayor importancia relativa de recursos menores (aves, peces y moluscos) en contraposición a mamíferos marinos.Las características del ambiente en Península Mitre permiten hacer una evidente  diferenciación entre dos ámbitos bien definidos. Por un lado, la costa septentrional presenta un terreno ondulado con extensas playas y gran amplitud de mareas. Allí se combina las características ambientales del Parque Fueguino más al norte, en las localidades arqueológicas de Ea. María Luisa y Rancho Donata, con el Bosque perenne de más al sur, en la localidad arqueológica Bahía Thetis. Por el contrario, la costa meridional es recortada y escarpada y la amplitud de mareas es considerablemente menor. El relieve es montañoso con una importante cobertura arbórea en toda su extensión. Esta diferenciación ofrece interesantes implicaciones para el registro arqueológico, ya que plantea un paralelismo cercano al que ofrece Tierra del Fuego en el nivel macroregional entre las costas del canal Beagle y la zona central de la vertiente atlántica de Tierra del Fuego: escenarios con paisajes etnográficos y arqueológicos bien diferenciados. Lo reducido del espacio y la concomitante yuxtaposición de ambientes diferentes en cortas distancias generan para Península Mitre una situación compleja en cuanto a las pautas conductuales esperadas en sociedades cazadoras-recolectoras que habitaron este sector.En el siguiente capítulo, Muñoz y Belardi analizan la evidencia arqueológica del norte de Península Mitre. Para ello parten de las preguntas generadas en un modelo prepuesto por José Luis Lanata (1995, 2002). El análisis del capítulo se centra en conjuntos arqueológicos que se ubican cronológicamente dentro de los últimos 1500 años y procedente de las localidades Ea. María Luisa, Rancho Donata y Bahía Thetis. Allí los autores exploran las características que presentan los conjuntos zooarqueológicos de mamíferos y evalúan las propiedades relacionadas con las estrategias tecnológicas líticas, analizando los desechos de talla en particular. Estos autores interpretan que tanto los conjuntos arqueofaunísticos como los tecnológicos sugieren que procesos variables intervinieron en la formación del registro arqueológico del norte de Península Mitre, posiblemente articulado a través de actividades inespecíficas y producto de un uso particularizado del espacio (sensu Lanata 1995). Para los autores esto queda documentado -por ejemplo- por la baja integridad anatómica en las carcasas que indicarían trayectorias de desorganización complejas en el procesamiento de guanacos y pinnípedos. Los desechos de talla también muestran variabilidad en este sentido, dado que en ningún sitio se registró la secuencia completa de manufactura de los artefactos formatizados, sino que habrían sido introducidos ya confeccionados.Por su parte, pasando a la costa meridional, Vázquez y coautores evalúan la variabilidad espacial y temporal sobre el registro arqueológico de la margen suroriental de Península Mitre y analizan las principales tendencias sobre la subsistencia y el uso del espacio de las poblaciones humanas que habitaron este sector de Tierra del Fuego. Para ello retoman la información presentada en una serie de trabajos previos de Hernán Vidal (1984, 1985a, 1985b, 1987, 1988) y la articulan con información obtenida en recientes estudios desarrollados por los propios autores. El registro arqueológico en la costa meridional de Península Mitre tiene mayor profundidad temporal que la registrada en la costa norte, por lo que la variabilidad de los conjuntos es analizada en dos segmentos temporales. Las ocupaciones correspondientes al lapso 5900-4300 años radiocarbónicos AP se encuentran representadas únicamente en las capas inferiores del sitio 11 de Bahía Valentín (BVS11). En el instrumental lítico se registran mayormente raederas y raspadores, mientras que para la tecnología ósea se describe una importante diversidad tecno-morfológica. Guanacos, aves y pinnípedos son los recursos faunísticos predominantes en estos conjuntos. Para el segmento comprendido entre 2500 y 150 años radiocarbónicos AP, los autores integran información procedente de un número mayor de sitios y de diversos ámbitos de la costa suroriental de Península Mitre. En los conjuntos tecnológicos se advierten algunas variaciones con respecto a lo registrado en ocupaciones más tempranas, por ejemplo aparece el uso de puntas líticas de arma y se registran cambios morfológicos en las puntas de arpón. En los conjuntos zooarqueológicos se encuentran representados principalmente guanacos, pinnípedos y aves en forma variable en el espacio, lo que en parte podría deberse a las características fisiográficas específicas de los ámbitos donde se encuentran emplazados los sitios. Por último, Vázquez y coautores señalan que, si bien desde los primeros trabajos en el área fue notable la influencia de la imagen derivada de las fuentes etnohistóricas y de la imagen Haush como diseño de investigación para abordar el registro arqueológico, el registro material marcaría un paisaje arqueológico más diverso donde la alternancia o superposición de sociedades cazadoras-recolectoras con diferentes estrategias de movilidad y subsistencia son visibles (Zangrando et al. 2009).En Península Mitre se desarrollaron otras líneas de investigación, las que ofrecieron análisis y datos independientes a los hasta aquí mencionados. Tessone y coautores, en su capítulo, ofrecen una revisión de la evidencia bioarqueológica desde las primeras excavaciones realizadas por Chapman hasta los registros generados por las últimas investigaciones en Bahía Valentín. Para ello analizan las propiedades de los contextos mortuorios y de los restos óseos humanos hallados en las costas, los indicadores paleopatológicos y los datos paleodietarios derivados de análisis de isótopos estables. Los autores concluyen que no hay grandes variaciones en los contextos o depósitos donde fueron recuperados los restos óseos humanos. Tanto en el sur como en el norte de Península Mitre, los estudios paleopatológicos permitieron registrar un reducido impacto de stress sistémico y baja frecuencia de lesiones articulares. A su vez, los estudios de isótopos estables del carbono y nitrógeno señalaron homogeneidad paleodietaria. De esta manera, el análisis regional de todas estas líneas de evidencia presenta un panorama distinto al registrado a partir de la cultura material.A continuación, Scheinsohn presenta un análisis sobre la tecnología ósea procedente de las playas frontales de Bahía Valentín y recuperada en trabajos de campo realizados en el marco del PEOAF. La autora señala que en estos sectores de Bahía Valentín hay ausencia de huesos de aves y pinnípedos en la confección de tecnología y analiza las posibles explicaciones. En cambio, el uso de huesos de cetáceos y guanacos es notoria, con una clara predominancia de los primeros. Esto podría estar vinculado con la abundante disponibilidad de huesos de cetáceos en la playas, lo cual -sumado a la presencia de preformas- conduce a Scheinsohn a proponer que las playas de Bahía Valentín podrían haber funcionado como una “fuente” de materia prima ósea.     A modo de cierre, invitamos a dos investigadores pioneros en la arqueología fueguina: Luis A. Borrero y Luis A. Orquera, para que brinden su opinión sobre el estado de conocimiento de la arqueología de Península Mitre e Isla de los Estados expresado en los distintos capítulos.   En resumidas palabras, este libro no sólo ofrece una síntesis sobre los estudios arqueológicos y sus principales resultados hasta el momento desarrollados en el extremo oriental fueguino, sino que además brinda información sobre dos factores que fueron fundamentales en los diseños de estas investigaciones: el (paleo)ambiente y la etnografía. Asimismo, presenta el marco sociopolítico en el que gran parte de los estudios arqueológicos tuvieron lugar. En sus capítulos no se observa un cuerpo uniforme de ideas sobre el pasado de la región y a la vez permiten advertir un vacío de conocimiento sobre algunos temas. Este libro no ofrece un cierre sobre la arqueología del extremo oriental fueguino, sino su estado de conocimiento, y abre un conjunto de perspectivas para futuras investigaciones de la región.