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El río Paraná en su tramo medio tiene una planicie de inundación muy amplia, esto propicia el desarrollo de una abundante vegetación acuática. Esta zona establece una franja dinámica entre la tierra firme y el agua abierta. Desde un punto de vista ecológico, las plantas acuáticas o hidrófilas son las que cumplen su ciclo vital en el agua. Estas pueden tener un desarrollo considerable, y su densidad, en ocasiones, modificar las condiciones limnológicas de los cuerpos de agua. Estas variaciones se observan en cambios de pH, oxígeno disuelto en agua, conductividad, transparencia y en la temperatura entre los principales parámetros. La vegetación acuática además de captar energía del sol y cumplir con todas las funciones propias de las plantas, ofrece una gran diversidad de microhábitat (raíces, tallos, hojas) permitiendo que se establezcan y vivan una importante variedad de organismos asociados. Los invertebrados que viven en las plantas acuáticas flotantes libres o arraigadas integran una comunidad denominada pleuston. Muchos de estos organismos tienen relevancia en las redes tróficas, participando como consumidores y siendo consumidos. Este intercambio de materia y energía del ecosistema establece relaciones con los productores primarios (plantas acuáticas y algas) hasta llegar a los peces de interés comercial. En la comunidad de organismos ligados a la vegetación están representados muchos niveles tróficos, los cladóceros (pulgas de agua) por ejemplo son importantes consumidores de algas. Hay otros grupos que participan en diferentes niveles de una red trófica como los camarones y cangrejos. Estos pueden cumplir al mismo tiempo el rol de consumidores primarios, comiendo algas; de depredadores, comiendo oligoquetos; y de detritívoros, ingiriendo restos vegetales y animales muertos.