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La experiencia NASE: docentes jujeños tocaron el Universo con sus manos

La investigadora del Consejo Beatriz García brindó un taller de capacitación docente sobre astronomía


“Estamos constituidos por partículas que tienen la edad del Universo, que tiene unos 13.700 millones de años, y carece de un centro, de límites y se está expandiendo”. Esta y muchas otras enseñanzas astronómicas sorprendieron a docentes jujeños del Nivel Medio, que llegaron desde distintas ciudades y pueblos de la provincia. Algunos inclusive viajaron varias horas hasta el punto de encuentro: un curso de didáctica de la Astronomía denominado NASE por sus siglas en Inglés  (Network for Astronomy School Education). Esta iniciativa es parte de las acciones que lleva adelante el Consejo Nacional de Investigaciones Científicas y Técnicas (CONICET) en el marco de su programa de Promoción de Vocaciones Científicas (VocAr) en conjunto con el Ministerio de Educación de Jujuy.

En Jujuy, el curso fue dictado por la investigadora del CONICET Beatriz García y la profesora mendocina Lucía Zárate, y fue acogido por  la escuela Técnica provincial Nº 1 “Gral. Aristóbulo Vargas Belmonte”, durante los días 5, 6 y 7 de septiembre. “Como profesionales de la disciplina astronómica, pretendemos que el docente se apropie de este conocimiento para que luego lo lleve a sus alumnos”, comentó la científica.

La doctora explicó que la Astronomía es la ciencia más antigua de todas, por lo tanto se nutre no solo de las Ciencias Exactas y Naturales, sino también de la filosofía, la historia y el arte. De este modo, intenta explicar algo tan grande y misterioso como es el origen, la evolución y el fin del Universo. “Al ser una disciplina que no genera rechazo, sino curiosidad, sirve como una excusa para enseñar ciencia, cualquier ciencia”.

 

Las manos en el Universo

Con papeles, tijeras y materiales de uso común, los docentes pudieron construir diversos instrumentos de medición y observación: un reloj de sol, un mapa estelar y hasta un espectroscopio, que detecta el espectro electromagnético. “Desconocía todo el material con que se puede construir objetos astronómicos para poder llegar a nuestros alumnos de manera simple”, contó Mabel Tejerina, docente, quien ahora tiene en su poder un auténtico “kit del observador”.

Desde una altura de 2 metros, dejaron caer, sobre una superficie cubierta de harina, una cucharada sopera de cacao en polvo, a modo de proyectil. Así, recrearon los cráteres de la luna. “No pensé que con elementos básicos se pudiera observar grandes fenómenos”, confesó Marta Isabel Cruz, de la Escuela Técnica Nº 2.

También calcularon el peso de cada participante en otro planeta y fabricaron a escala modelos de sistema solar, de eclipses y meridianos. Algunos valientes voluntarios se animaron a jugar con máscaras para recrear las distintas fases de la luna.

Daniel Araya, un profesor de informática “apasionado del cosmos y de la observación del cielo”, expresó que el curso lo atrapó y que le gustaría compartirlo. “A mí me gustaron tanto las conferencias como los talleres. Las conferencias fueron ricas en anécdotas y los talleres dinámicos, interactivos, accesibles. Se puede trabajar con materiales de uso cotidiano”, contó Norma Cruz de la escuela 44 de la localidad de León.

Al observar con sus propios ojos, los docentes comprendieron la importancia de usar lentes con protección UV, de no abusar de los diagnósticos que utilizan rayos X o Gamma y de utilizar lámparas de led para iluminar sus casas: “Las lámparas halógenas gastan el 95% de la energía recibida en producir calor y sólo un 5 % para iluminar;  las fluorescentes son más eficientes, pero poseen mercurio que es contaminante. En cambio las de tecnología LED son reciclables, utilizan el 95% de la energía para producir luz y sólo el 5% para producir calor”, explicó la investigadora, invitándolos a tocar las distintas lamparitas.

“Lo que uno desearía, no como científico, sino como ciudadano”, expresó también, “es que las personas adquieran un grado de cultura científica que les permita apropiarse de las ciencias básicas en sus vidas cotidianas para, por ejemplo, discriminar entre noticias que son correctas de las que son inexactas, y que los chicos de la escuela se conviertan en atentos ‘consumidores científicos’, en el buen sentido”.

 

El curso NASE ya se celebró en 89 ciudades del mundo. Con el apoyo del Programa VocAr, este año se realizó también en Mendoza y en Concordia, Entre Ríos.

Por Jorgelina Martínez Grau

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