CICLO DE ENTREVISTAS CONICET
“El manejo sustentable revaloriza la producción local y contribuye a la conservación de la vicuña”
Sabiduría ancestral y ciencia conviven en la Puna durante la práctica del chaku, una técnica inca que permite a los productores obtener la fibra de este camélido y preservar la especie.
Yanina Arzamendia, investigadora asistente del CONICET, es bióloga y desde hace años trabaja junto a un equipo de científicos en la conservación y el uso sustentable de la vicuña, una especie autóctona del altiplano sudamericano. Ésta posee la segunda fibra más cara del mundo después del Antílope Tibetano, y por ende es un recurso autóctono que puede ser de gran valor para las economías del noroeste argentino.
¿Cómo viven estos animales?
Las vicuñas son un camélido silvestre que se organiza en grupos sociales. Por un lado están los grupos familiares, compuestos por un macho, un promedio de hasta cuatro hembras y dos o tres crías. También hay tropas de machos solteros de hasta cien individuos y machos solitarios, que son los que buscan formar una familia o están seniles. Una característica de esta especie es que los grupos familiares se mantienen todo el año en un área, por eso cuando se hace una actividad de este tipo se corre el riesgo de desarmarlos. Hay que ser muy cuidadosos para que eso no ocurra.
¿En qué consiste el chaku?
Es un ritual ceremonial y productivo de manejo de vicuñas creado por los Incas hace unos setecientos años para obtener la fibra. Es una recuperación de saberes ancestrales sobre el uso de la especie. La particularidad de esta técnica reside en que permite hacer la captura y esquila sin matar a los animales y, al mismo tiempo, cuando se realiza bajo protocolos de bienestar animal es un proceso muy tranquilo que evita que la vicuña se estrese demasiado. Primero se las arrea hasta una manga de captura, que es como un embudo que desemboca en un corral. Luego se las revisa una por una y se las esquila y finalmente se las devuelve a su territorio habitual.
¿Cómo logran capturar a las vicuñas?
La técnica que probamos que mejor cuida el bienestar animal es el arreo a pie. Las personas que participan, cien aproximadamente en el último chaku de noviembre, forman líneas y avanzan caminando con una soga con cintas de colores, y lentamente se cierra el paso a las vicuñas hasta llevarlas a la manga de captura. Con esto se busca que los animales caminen y no que corran como si estuvieran en peligro.
¿Se obtiene fibra de todas las vicuñas?
No, este año nosotros logramos capturar ciento seis ejemplares pero trabajamos sólo con cincuenta y cuatro. Se esquilan solo machos y hembras adultos en buenas condiciones físicas, pero se evita hacerlo con las crías menores de un año y las hembras en el último trimestre de gestación, para evitar el estrés térmico y no correr riesgo de abortos. También se estipuló un horario límite de esquila hasta cuatro horas antes de la caída del sol, para permitir que los animales se aclimaten a la falta de fibra.
¿Quiénes participan del chaku?
Es imprescindible que sea una actividad comunitaria. En este caso fue impulsada por una cooperativa de productores locales que tenían vicuñas en sus campos y querían comercializar la fibra. Además participaron miembros de un pueblo originario de la localidad, estudiantes universitarios, otros miembros de la comunidad local y científicos de distintas disciplinas como biología, zoología y antropología. Lo ideal es que estas experiencias con orientación productiva tengan una base científica además del conocimiento previo de manejo de la especie.
¿Cómo beneficia este ritual a las comunidades de la Puna?
El chaku trae un cambio de percepción que es ventajoso para las personas y para la conservación de la especie. Generalmente el productor ve a las vicuñas como otro herbívoro que compite con su ganado por el alimento. Esto causa prejuicios: muchos las culpan por enfermedades como la sarna, cuando en realidad no es el principal factor de riesgo. Nuestro objetivo es desterrar esos mitos. Hoy los productores comienzan a ver que es un recurso valioso y ya evalúan tener más vicuñas que ovejas y llamas. Es claro cómo el manejo sustentable revaloriza la producción local y contribuye a la conservación de la vicuña frente a la ganadería con especies exóticas. Eso contribuye además a aumentar la rentabilidad de la tierra y favorece la conservación de la especie.
¿Qué interés ve como bióloga en esta actividad?
Para mi disciplina es sumamente interesante estudiar el antes y el después del chaku, qué le pasa a la especie, cómo se estresa, cómo sigue su dinámica social. En general si se trabaja bajo un marco de precaución y aplicación de técnicas de bienestar animal, no hay cambios notables en la estructura de la población. Observamos en sucesivas capturas que volvieron a las áreas donde habitaban y se rearmaron los grupos tal como estaban previamente, tanto familiares como solteros.
¿Cómo se dio la asociación entre investigadores y la comunidad local?
Esta experiencia surgió por una demanda de los pobladores hacia los científicos frente al aumento de vicuñas en sus campos. Su objetivo era hacer un manejo de captura y esquila pero no sabían cómo, porque es muy reciente el permiso para utilizar la fibra como recurso. Nosotros estudiamos la especie año a año, conocemos su biología y su comportamiento. Para hacer el chaku, primero analizamos las características biológicas y sociales y evaluamos si era factible y conveniente realizar este tipo de manejo para esa comunidad. Luego la información se volcó en el plan de manejo local de la especie.
¿Qué es un plan de manejo?
Es el documento que se presenta a la provincia, en este caso de Jujuy, para pedir permiso para hacer el chaku. Allí se planifica toda la actividad. Contiene los datos científicos acerca de la población de vicuñas, de cómo se va a realizar el manejo, quiénes son los actores involucrados. También la comunidad aclara su compromiso con el uso de la especie y los productores explican cómo van a protegerla y conservarla en sus campos. El uso de la fibra también está previsto en el plan de manejo: el diez por ciento queda para la provincia como tasa retributiva, y en este caso el 60 fue para los miembros de la cooperativa, dueños de los campos, y el 30 por ciento para el resto de los pobladores locales, que participaran de la actividad.
¿Porqué los pobladores locales deben pedir permiso a la provincia?
Hasta los años ‘60 la vicuña estuvo en peligro de extinción y por eso se firmó el Convenio de Conservación de la Vicuña, que regula la conservación y el uso sostenible de la especie y al que adhirieron Perú, Bolivia, Chile, Ecuador y Argentina. A medida que creció la población se permitió en distintos lugares el manejo de captura y esquila de vicuñas vivas. Con la fibra, la segunda más cara del mundo, se elaboran prendas de lujo que son comercializadas en el mundo. En Argentina, sólo Catamarca y Jujuy tienen autorización de la Convención sobre el Comercio Internacional de Especies Amenazadas de Fauna y Flora Silvestres (CITES) – el organismo que regula la actividad – para utilizar este recurso.
Formación
Yanina Arzamendia es investigadora asistente del CONICET en la Fundación para el Ambiente Natural y el Desarrollo (FUNDANDE) de Jujuy, y docente de la cátedra de Vertebrados en la Facultad de Ciencias Agrarias de la Universidad Nacional de Jujuy.
Obtuvo su licenciatura en Biología en la Universidad Nacional de Córdoba, así como su doctorado en Ciencias Biológicas.
La iniciativa fue posible gracias al financiamiento recibido en el marco de la línea de Proyectos de Investigación Científica y Tecnológica (PICT) de la Agencia Nacional de Promoción Científica y Tecnológica dependiente del Ministerio de Ciencia, Tecnología e Innovación Productiva de la Nación.
- Por Lucila Espósito