CIENCIAS SOCIALES Y HUMANIDADES

Un nanomundo multipolar

Investigadores del CONICET determinaron que en el campo de las nanodisciplinas no hay en el mundo un país dominante, sino que coexisten diferentes líderes especializados en distintos subcampos.


Históricamente, los vínculos internacionales en investigación fueron vistos en términos dualistas: un polo desarrollado, de vanguardia, y uno en desarrollo, a la zaga. Pero esta mirada merece ser revisada, al menos parcialmente, en un escenario mundial donde países hasta hace un tiempo emergentes – como China – tienen un mayor desarrollo económico y tecnológico y en el que nuevas disciplinas científicas, como la nanotecnología, se vuelven centrales.

Un estudio reciente publicado en la revista Plos One tomó el total de artículos producidos sobre nanociencia durante el período 2010-2012 en todo el mundo (alrededor de 300 mil) y estableció –mediante una novedosa metodología- que este campo científico lejos de contar con un líder global o un solo patrón de desarrollo, tiene una estructura multipolar (es decir, con más de una cabeza) articulada en torno a diversas especializaciones.

Además, la investigación reveló que si bien Estados Unidos es el mayor productor de conocimiento científico a nivel mundial – cerca de uno de cada cuatro artículos que se publican en el mundo proviene de allí -, en el terreno de las nanociencias ocupa un segundo lugar, mientras el primero le corresponde a China, país desde el que se originan cerca del 25 por ciento de los papers publicados en la especialidad.

“Antes de realizar el estudio manejábamos distintas hipótesis. Una posibilidad es que el espacio de la nanociencias tuviera un líder definido – por ejemplo, Estados Unidos- que estableciera una agenda y un patrón de desarrollo que el resto de los países siguiera con mayor o menor intensidad. También podría ser que sólo los países más desarrollados pudieran abarcar diversas orientaciones, mientras aquellos considerados emergentes se vieran obligados a tomar algún nicho específico. Una tercera alternativa, la que finalmente confirmamos, era que se tratara de un mundo articulado alrededor de algunos polos principales con diferentes especializaciones”, comenta Luciano Levin, becario pos-doctoral del CONICET en el Instituto de Estudios Sociohistóricos (IESH) de la Universidad Nacional de La Pampa.

Un primer polo está dominado por países ricos con fuerte tradición científica, como Estados Unidos, Francia, Inglaterra y Alemania, en el que predomina la orientación bioquímica y biomédica en nanociencias. Argentina integra este grupo, aunque con una producción menor. Un segundo polo está formado principalmente por ex naciones comunistas de Europa Oriental como Rusia, República Checa y Polonia, en las que prevalece una nanociencia centrada en aspectos físicos y metalmecánicos vinculados íntimamente a su tradición científica. El tercer y cuarto polo se ordenan en torno a países emergentes de rápido crecimiento económico y científico, pero con menor tradición en investigación como China, India y Brasil.

“Dentro de los países emergentes, en lo que respecta a nanociencia y nanotecnología, hay dos subgrupos, los más dedicados a la cuestión material y eléctrica, como China o la India, y los más orientados a la química, como Brasil o Rumania”, explica Levin.

Claro que calificar como emergentes a países que hoy se transformaron en líderes globales muy activos en investigación científica, como es el caso de China, India y algunos países del sur de Asia, es algo que debe ser relativizado. Se trata de nuevos centros que generan a su alrededor una reorganización de las periferias.

“China es hoy el primer productor mundial de artículos en el campo de las nanociencias y el segundo en el total de papers científicos. En el terreno de la nanoindustria y la nanoingeniería establece un agenda de investigación que luego siguen países como Corea del Sur, Arabia Saudita o Turquía”, afirma Pablo Kreimer, investigador principal del CONICET en la Universidad de Quilmes (UNQ).

Kreimer, especialista en sociología de la ciencia, hace años estudia los procesos de producción de conocimiento, el vínculo entre los mismos y su uso posterior, así como la dinámica interna de los campos científicos – relaciones de poder y de colaboración, formas de acumulación de prestigio, etc. Otra de sus líneas de trabajo apunta a entender cómo se organiza la división internacional del trabajo científico y en particular las relaciones centros-periferias.

“Hay una vieja hipótesis según la cual los países semiperiféricos como la Argentina tienen que especializarse porque no pueden abarcar todos los campos de conocimiento, algo que sólo ocurre en las naciones desarrolladas. Por eso es interesante indagar dónde se sitúan los países más dinámicos de América Latina en relación con los líderes. Observamos que Argentina, México y Chile se alinean con las agendas temáticas de Europa occidental (Francia, Alemania, Inglaterra) y los Estados Unidos, mientras que Brasil presenta una especialización algo diferenciada, que se aproxima ligeramente a la de China. En función de esto vale la pena preguntarse si la orientación de estas agendas se vincula a las políticas explícitas de los países, o a una elección de los grupos de investigación en función de cuestiones comos sus trayectorias o sus vínculos internacionales. Finalmente, cabe interrogarse en qué medida estas orientaciones responden, o no, a las necesidades del país, y a la capacidad de industrializar el conocimiento que se produce”, comenta Kreimer.

En esta investigación se pudo comprobar que resulta clave el peso de las tradiciones científicas acumuladas, en relación con el modo en que los países orientan su dedicación en campos emergentes como las nanodisciplinas. Así, mientras en Estados Unidos predominan la nanoquímica y la nanomedicina, en Europa del Este lo hace la nanofísica.

Por otro lado, se puso a prueba una metodología que permite realizar análisis de desarrollo científico muy específicos, con un alto potencial para el diseño de recomendaciones políticas. En este caso, se muestra la rápida importancia que adquirieron países que hace no mucho se consideraban ‘en desarrollo’, y por lo tanto cuáles son los grupos o regiones con los que conviene asociarse para obtener mejores resultados o qué nichos de investigación se encuentran disponibles para las capacidades preexistentes. Queda por seguir trabajando los modos en que esos desarrollos puedan ser apropiados más eficazmente por las sociedades.

Por Miguel Faigón
Sobre investigación:
Luciano Levin. Becario posdoctoral. IESH, Universidad Nacional de La Pampa.
Pablo Jensen. École Normale Supériere de Lyon, Francia.
Pablo Kreimer. Investigador principal. UNQUI y Universidad Maimónides.