CIENCIAS EXACTAS Y NATURALES

Un curioso spinner a 400 años luz de la Tierra

Un experto del CONICET logró determinar la geometría y funcionamiento de un sistema de tres soles que orbitan en sentido opuesto.


El Universo es, a la vez, tan vasto e inmensurable como apasionante. Los expertos coinciden en afirmar que, pese a los grandes avances científicos y tecnológicos que han tenido lugar en los últimos años, el ser humano sólo ha llegado a interpretar un mínimo porcentaje de sus misterios: el cinco por ciento de la materia que lo integra. El resto, se estima, es un 25 por ciento de materia oscura – que no emite radiación y, por tanto, no se ha podido comprobar experimentalmente – y un 70 por ciento de algo de lo que no se conoce nada: la energía oscura.

Desde hace años Manuel Fernández López, investigador adjunto del CONICET en el Instituto Argentino de Radioastronomía (IAR, CONICET – CICPBA), trabaja activamente para hacer su aporte al armado de ese rompecabezas y recientemente publicó su último trabajo, al que describe como “uno de los más importantes” que realizó. Lo hizo en la prestigiosa revista The Astrophysical Journal.

Dedicado al estudio del proceso de formación de estrellas, hace 12 años Fernández López se interesó en un sistema solar denominado SR 24, ubicado a 400 años luz de la Tierra, en el que “estaban pasando cosas raras”. Recién en enero de 2017, el experto pudo acceder a los datos que arrojaron las observaciones que un grupo de colegas hizo utilizando el complejo astronómico ALMA – telescopio de sesenta y tres antenas ubicado en el Llano de Chajnantor, en el desierto de Atacama, Chile-.

El SR 24 es un grupo de tres estrellas que están ligadas gravitacionalmente, es decir que giran unas alrededor de las otras. “Dos de ellas están bien juntas, al norte del sistema, y la otra más alejada hacia el sur. Hace tres años presenté un póster en una reunión de la Asociación Argentina de Astronomía (AAA) en el que lo describía como compuesto por ‘dos discos rotando en sentido opuesto’, a partir de una imagen infrarroja elaborada hace tiempo atrás”, explica.

En el proceso de formación estelar existe un núcleo central que va atrayendo gas molecular y polvo de su entorno, lo que forma un disco giratorio que circunda y fluye hacia la superficie de ese núcleo que, al colapsar, da origen a las estrellas. El SR 24 es “un sistema muy evolucionado, porque los discos se encuentran aplanados y gran parte de la masa que tenían ha sido llevada hacia las estrellas. Si bien son soles jovencitos, ya han formado planetas a su alrededor”.

Al comparar distintas imágenes tomadas con instrumentos ópticos tradicionales y del propio telescopio espacial Hubble (HST, por sus siglas en inglés), el experto pudo comprobar que “a diferencia del modelo estándar que se explica la formación de las estrellas, el cual sugiere que todas las cosas deben girar en idéntico sentido porque proceden de la misma nube de gas y polvo original, en el SR 24 el disco de las estrellas del norte y el de la del sur giran en direcciones opuestas”.

“Todavía debemos responder la pregunta acerca de por qué sucede esto. Es un escenario abierto”, subraya Fernández López, pero arriesga: “La hipótesis más firme puede ser que en su origen se trataba de un sistema ordenado, bien comportado, sobre el cual pudo haber caído una nube de polvo y gas de mucho peso y a gran velocidad que afectó el movimiento de uno solo de los discos, y eso enloqueció el spinner”, bromea, trazando un parecido entre el SR 24 y el popular juguete anti estrés.

Las estrellas nacen en escenarios más violentos, “en el sentido cósmico del término”, de lo que se piensa habitualmente. Esta característica pudo comprobarla en un trabajo anterior donde describe una serie de episodios explosivos que experimentó una protoestrella, o estrella en formación.

“En el caso de los discos del SR 24, para tomar dimensión, el del norte tiene 8.500 veces la masa de la Tierra, y el del sur es 13 veces nuestro planeta. Las dos estrellas de arriba juntas tienen una masa similar al Sol, y la de abajo es 1,5 veces el Sol. Hablamos de inmensas bolas de gas incandescente danzando en el espacio”, asegura.

Con los mismos datos que usó para determinar la dirección del giro de los discos, Fernández López descubrió que todavía “hay disco” en torno a las estrellas del norte, pese a que la comunidad astronómica creía que ya se había consumido y colapsado hacia el núcleo estelar. “Logramos medir su radio, que es de 11 horas luz. Tres veces más que la distancia entre el Sol y Neptuno, el último de los ocho planetas de nuestro sistema solar”.

En esa línea, el experto remarca: “Hablamos de un sistema solar parecido al nuestro del que pudimos medir distancia, tamaño, orientación del disco, e incluso determinar cuál es el borde más cercano a nosotros. Esto último significa un hito científico, porque nos da la geometría completa del SR 24”.

Según Fernández López “no es tan raro que haya sistemas ligados gravitacionalmente, con cuerpos que se mueven en distintos sentidos. De hecho en nuestro Sistema Solar hay muchos discos y planetas que giran en dirección opuesta al Sol que tienen movimientos retrógrados”.

Es el caso de Venus, Urano y Plutón – este último perdió su categoría de planeta-; de 48 de las 63 lunas de Júpiter; 27 de las 57 lunas de Saturno; 8 de las 27 lunas de Urano; y 4 de las 13 lunas de Neptuno, entre ellas la reconocida Tritón.

Por Marcelo Gisande. CCT La Plata.

Sobre investigación:

– Manuel Fernández López. Investigador adjunto. IAR.

– Luis Alberto Zapata. UNAM. México.

– Ruslan Gabbasov. UAEH. México.