DIVULGACION CIENTIFICA

La ciencia y el arte: dos miradas sobre la realidad

¿En qué conectan el mundo de la ciencia y el mundo del arte?: Ese fue el principal disparador de esta nota realizada con Sabrina Gil, becaria posdoctoral del CONICET Mar del Plata, perteneciente al Grupo de investigación Literatura y cultura latinoamericanas del Centro de Letras Hispanoamericanas (CELEHIS) de la Universidad Nacional de Mar del Plata (UNMDP).


El CONICET Mar del Plata presenta su Primera Muestra Fotográfica del 9 al 29 de junio en el Centro Cultural Estación Terminal Sur, ubicada en Alberti y Sarmiento. En esta nota, las confluencias y distancias entre estos dos mundos.

¿Qué analogías consideras tienen la ciencia y el arte? 

Tanto el arte como la ciencia parten de un mismo estímulo: la curiosidad y el asombro, lo que supone “ver con extrañeza” (admitiendo que no se conoce) alguna dimensión o segmento de aquello que está naturalizado. En este sentido, ambas generan una fisura en la superficie de la “realidad” y, en cierta forma, detienen su curso para interrogarla, pero lo hacen de diverso modo y con diversos propósitos. Allí donde la ciencia intenta comprender, saciando la curiosidad inicial y produciendo respuestas sobre las que se formulen nuevos problemas, el arte arroja preguntas sin respuestas y multiplica el asombro trasladándolo a los/as otros/as. Desde este piso inicial compartido, las diferencias son menos rígidas de lo que pareciera a primera vista.

En ambas prácticas humanas hay una base poderosa de imaginación, sólo que se despliega en terrenos distintos, el del esclarecimiento en un caso y el de la ambigüedad en otro. Cuando los/as científicos miran “extrañados” algún segmento del mundo, imaginan problemas, posibles respuestas, inventan métodos y caminos para resolverlos, crean objetos de estudio donde otros ven elementos conocidos, etc. La imaginación, la invención, la creatividad son marcas inseparables de la producción científica. Así como la interrogación y la voluntad de conocer y comprender atraviesan la práctica artística.

¿Cómo se recorre el camino de la ciencia a las expresiones artísticas como científico/a? y ¿cómo sería el camino inverso del artista a la ciencia?

Creo que los caminos son múltiples y de doble sentido. De la ciencia al arte pueden implicar, entre otras opciones: la investigación sobre arte, es decir el arte como objeto de estudio (mi caso), la divulgación científica mediante experiencias artísticas (cada vez más frecuente), el uso de criterios estéticos en comunicaciones orales y escritas (diseño de imágenes, infografías, soportes digitales, etc.). Del arte a la ciencia podemos encontrar producciones “científicamente informadas” (como la web con estadísticas sobre el Sida en África del chileno Alfredo Jaar), así como apelaciones de artistas a procedimientos propios del método científico (como las investigaciones de Ai Weiwei sobre los efectos del terremoto que azotó Sichuan en 2008, la preservación de cadáveres humanos del alemán Gunther Von Hagens y los animales en formol del inglés Damian Hirst, uno de los artistas contemporáneos más cotizados). También se presenta en trabajos colaborativos entre científicos y artistas (fácil de observar en audiovisuales como La cueva de los sueños olvidados de Herzog o la remake de la serie Cosmos).

Así, cada vez más podemos encontrar criterios estéticos en museos de historia o de ciencias naturales (como el Museo de Antropología de la UBA, el MAM de Salta o el Museo del Instituto Nacional de Historia y Antropología de México, entre muchos otros),  atractivas y estimulantes composiciones visuales en revistas especializadas de producción científica y acceder a datos e interpretaciones de la “realidad” en galerías de arte. Hoy pareciera claro que el arte abandona el reclamo de ser reconocido como un territorio autónomo signado por la estética y, en palabras de Ticio Escobar, “sale fuera de sí”, hacia zonas otrora específicas de la ciencia, de la política, de la publicidad, del mercado, etc. Asimismo (y tal vez sea una causa de lo anterior) todas las esferas de la vida cotidiana se “estetizan”, desdibujando desde afuera los límites reconocidos del arte. Si aceptamos esta premisa, sería interesante indagar de qué maneras se “estetiza” la producción científica y asume criterios vinculados con la armonía visual, la composición e incluso la belleza y el gusto.

¿Qué características tendría una “ciencia artística”?

Es difícil establecerlo porque antes que nada implicaría identificar ciertos marcos de lo artístico en el mundo contemporáneo. Pese a que los mismos artistas parecen abandonar el predominio de lo estético como marca distintiva (García Canclini), o tal vez por ello mismo, en los últimos años se ha comenzado a prestar atención a los efectos estéticos de la producción científica, avanzando en distintas conexiones entre ciencia y arte y en la posibilidad de que estas conexiones colaboren en la difusión de investigaciones. Muestra de ello son el certamen y la exhibición “Art of science” que desde 2005 realiza la universidad de Princeton, orientados a destacar el contenido estético de la labor científica (la belleza de un diagrama, el atractivo de un fotografía, la sensorialidad de una imagen microscópica, etc.) y también a generar una autoconciencia en la “comunidad científica” de estos efectos y de su impacto en la circulación de su trabajo. Entiendo que la muestra de fotografía que en breve realizará CONICET, se ubica en esta perspectiva e invita a reflexionar sobre estas interacciones.

¿Cuáles consideras son las principales consecuencias positivas y negativas de estas nuevas formas de “hablar” de la ciencia?

Si lo miramos desde Bourdieu, la ciencia corresponde al campo científico y el arte al campo cultural y sus subcampos específicos (literario, plástico, etc.), estos están en continua interacción entre sí y con otros, atravesados por pujas internas y externas y sus cambiantes principios de legitimación y consagración dependen tanto de factores autónomos como heterónomos. Una hipótesis posible es que la estética -principio dominante en el campo cultural desde su constitución autónoma- está actuando fuertemente como un factor heterónomo en otros campos, entre ellos el científico. Una de las razones para ello se ubicaría en la centralidad de la imagen (y la pantalla que proyecta imágenes) en las formas contemporáneas de vincularnos con el mundo, lo que pone de relevancia en nuestra vida cotidiana elementos propios de la estética visual como la armonía, la composición, la distribución de objetos en el espacio, la proporción, la combinación de colores y texturas, etc.

¿En qué contribuye el arte para difundir la ciencia y viceversa?

Pienso que hoy lo “artístico” y lo “estético” están ganando un lugar en la extensión, la divulgación y la comunicación y gran parte de la “comunidad científica” acepta sus potencialidades para promover el interés por la ciencia. Aunque restan grandes batallas al interior del campo para considerar la envergadura de las conexiones con el arte en los procesos de producción científica.

La ciencia y la crítica cultural colaboran a desterrar presupuestos del sentido común que indicarían que quienes hacen ciencia son neutrales regidos exclusivamente por la razón y la prueba y quienes hacen arte se entregan a su subjetividad individual, las emociones, la libertad creadora, etc. A lo largo de la historia y, en especial en el siglo XX, se ha ido evidenciando que estas colocaciones son, por lo menos, reductivas, en tanto ninguna de estas características se desarrolla en la experiencia en estado puro, ni mucho menos son exclusivas o excluyentes de la ciencia o del arte. En este sentido, podríamos preguntarnos por ejemplo: ¿en qué consiste la libertad de la que gozarían los/as artistas, si como sujetos sociales y como productores culturales no pueden escapar de los condicionamientos y determinaciones que afectan al resto de las personas? o bien ¿cómo se supone que los/as científicos controlan en forma consciente todas las dimensiones de su subjetividad?.

Sabrina Gil es doctora en Letras, Especialista en Lenguajes Artísticos, Profesora y Licenciada en Historia y Profesora de Juegos Dramáticos; y becaria posdoctoral del CONICET. Su línea de investigación es sobre arte y literatura latinoamericanos y su tesis doctoral se centró en el artista argentino Xul Solar. Además de la investigación y la docencia, se dedica al teatro y coordina talleres de extensión de historia de arte.

 

Fuente: Sabrina Aguilera – Comunicación CCT Mar del Plata