ENTRE PARÉNTESIS

Golombek: “Todo tiene una explicación, pero a veces está bien enamorarse o experimentar algo ´místico´ sin preguntarse demasiado”

En su último libro, emprendió un camino para intentar comprender científicamente a Dios.


“Este no es un tratado de ateología, que se solaza en denunciar creencias irracionales o, en el peor de los casos, ridículas o directamente peligrosas. Ciencia de Dios, neuronas de Dios, genes de Dios, drogas de Dios: de eso se trata este libro, que procura seguir el precepto griego `conócete a ti mismo`, intentando que nada le sea vedado a priori a esa posibilidad de conocimiento. Habrá quien se quede esperando la respuesta a La Pregunta: si existe Dios, si es barbudo, si está en el cielo con diamantes. No lo busquen aquí”, dice Diego Golombek, investigador principal del Consejo Nacional de Investigaciones Científicas y Técnicas (CONICET) jefe del Laboratorio de Cronobiología de la Universidad Nacional de Quilmes (UNQui), en el inicio de su último libro “Las neuronas de Dios”, editado por Siglo Veintiuno Editores.

Así, partiendo de esa premisa honesta, Golombek ofrece doscientas páginas que combinan teorías científicas sobre cómo se comporta el cerebro ante la fe, relatos en primera persona sobre experiencias “místicas”, casos testigo, anécdotas y explicaciones lógicas que se combinan y hacen que este libro de divulgación científica se convierta, rápidamente, en una lectura amena y atrapante.

Golombek escribe desde que tiene memoria de las letras y las palabras. “Siempre me fascinó perderme en el mundo de la literatura, como lector y como escribiente”. Escribe ficción, poesía, tiene una novela y un libro de cuentos publicados y varias colaboraciones en antologías y revistas literarias. “Escribo siempre que puedo”, dice.

Como divulgador siempre le interesó contar la ciencia de la vida cotidiana, de lo que somos y lo que hacemos. Así nació su idea de su último libro. “Está claro que para mucha gente la creencia en lo sobrenatural es una experiencia cotidiana y, en tal caso, me parece fascinante tratar de entender biológicamente la base de este fenómeno, que sin duda tiene un importante componente cerebral”, explica el autor, y aclara que  “Las neuronas de Dios” no se trata de un libro de la ciencia versus la religión, sino de intentar entender científicamente el fenómeno de las creencias y sus consecuencias sociales.

 

Fe en las explicaciones

En Argentina, señala Golombek en su libro, el 91% de los argentinos es creyente, frente a un 4,9% que no lo es y un 4% que duda o, para acomodarse a las circunstancias, cree “a veces”.

Hay pasajes del libro especialmente curiosos: como cuando el autor recibe una carta con un testimonio de una profunda experiencia mística que se revela, finalmente, como la secuencia de un portador de epilepsia que vive los síntomas de la enfermedad como si fuera un mensaje divino. En otro pasaje, Golombek compara la explicación de la luz al final del túnel con la hipoxia –la falta de oxígeno- que se genera en un paro cardíaco, que evoca la sensación del cuerpo-fuera-del-cuerpo, así como alucinaciones varias.

También cuenta, en primera persona, su experiencia de participar de una ceremonia de ayahuasca: Golombek se muestra como un científico que se abre, experimenta en carne propia, duda, y llega a preguntarse por este y otros mundos posibles en el viaje. Habla, inclusive, de espiritualidad para calmar la ansiedad. “Porque tampoco es cuestión de andar permanentemente buscando la explicación científica de todo (que seguramente la tiene), sino también de disfrutar una experiencia por sí misma, sin que sea necesario andar haciéndose preguntas y experimentos por la vida en todo momento”, dice respecto de ese pasaje el autor. Y agrega: “Estoy convencido de que todo tiene una explicación natural, pero a veces alcanza con enamorarse, tener miedo, experimentar algo ´místico´ sin preguntarse demasiado”.

El libro contiene referencias a autores como Huxley, Borroughs, Huidobro. Pero no son las únicas influencias de Golombek a la hora de escribir. Preguntarle cuáles son sus lecturas predilectas es ponerlo en aprietos: “Ufff… ¡demasiados! En la ficción tengo que mencionar a Ian McEwan, David Lodge, Michel Houllebecq, Michael Chabon, Jorge Volpi y en divulgación científica también tengo muchos héroes, como Oliver Sacks, Jared Diamond, Stephen Jay Gould… y siguen las firmas”, asegura.

El libro le llevó mucho tiempo de investigación, lecturas previas, anotaciones, y una escritura de alrededor de un año. A lo largo del libro, Golombek elige un lenguaje accesible y diferentes tipos de escritura: elige plantear algunos fragmentos en primera persona, otros a través de citas, e incluye anécdotas y otras voces adentro del texto. Para él, “un libro de divulgación científica es, ante todo, un libro: un objeto literario. Una vez que el rigor científico esté asegurado, todo vale, y hay que aprovechar al máximo los recursos que permita un formato determinado (en este caso, la literatura). Debemos pretender que estos textos se lean con el mismo deleite que una novela, que las páginas vuelen y nos pasemos de la parada del colectivo. Así, yo elijo echar mano a la ficción, el humor, personajes, tramas, analogías, metáforas”. La elección de múltiples puntos de vista y estilos, en este sentido, es una apuesta consciente.

Hay un estudio de la Universidad de San Andrés citado en el libro donde los catedráticos se preguntaron si el saber científico afecta nuestras creencias. “El resultado –se explica en el libro- es significativo: en la población general el 81% manifestó una fuerte creencia en Dios, porcentaje que bajó al 33% para los científicos. (…) Es decir que si la religión es un virus, la ciencia puede ser la vacuna”.

¿Cómo fue, en este sentido, la recepción del libro, en la comunidad científica y entre los teólogos? “La verdad –dice Golombek- es que la recepción del libro fue muy buena, En cuanto a la comunidad científica, creo que fue bien recibido porque es un libro que pretende entender este fenómeno siempre desde una base bien fundamentada. Pero también lo tomaron bien los lectores religiosos: al no sentirse particularmente interpelados por ´la ciencia´, sino simplemente mirados y tratando de buscar una comprensión del fenómeno, creo que en muchos casos se pudo tomar el texto como una oportunidad de conocernos más y mejor”.

 

 

*Algunos pasajes interesantes del libro:

-Sobre el nacimiento de la religión: “Una de estas especies –ustedes, yo mismo- experimentó un crecimiento cerebral y cognitivo tal que la hizo reflexionar sobre sí misma: “Hoy estamos, mañana no”, “no somos nada”, “creer o reventar”, “a dónde vamos, de dónde venimos” –y otras frases de velorio y despedida de soltero-. En algunos de esos recovecos del cerebro fue ganando espacio y preponderancia la necesidad (y tal vez el alivio) de creer en algo: en el sol que sale todas las mañanas, en la lluvia, en los animales (…): los bicos humanos tienen tendencia a amontonarse, a revolotear cerca los unos de los otros. Así, esa creencia –o ese conjunto de creencias- fue generando reglas, códigos, tribus urbanas y, sin darnos cuenta, fue configurándose el fenómeno religioso”.

-Sobre las certezas de la ciencia sobre la fe: “La ciencia aporta pruebas de que la religión nos hace sentir bien (…) nos promete un relativo control sobre el cosmos y lo que vendrá, ordena a la comunidad de acuerdo con las reglas morales y sobre todo provee de un elemento de cohesión social indestructible, o casi”.

-Sobre la “neuroteología”: “Es una nueva rama de la neurociencia que intenta explicar la experiencia religiosa en términos de la actividad de las neuronas y, con ese propósito, echa mano de todas las herramientas tecnológicas disponibles para entender el cerebro”.

ENTRE PARÉNTESIS
Todos los científicos, en algún momento de su carrera, deben volcar parte de sus investigaciones al papel. Para algunos es un desafío grande, otros manejan el lenguaje como peces en el agua. Hay quienes se entusiasman tanto que hasta pegan el salto hacia otros géneros literarios –como la ficción–, y otros que prefieren asesorar a escritores desde sus competencias científicas. Entre Paréntesis se propone como una sección cultural del CONICET desde donde dialogar con aquellos científicos que también forman parte de los anaqueles de las librerías.

Cintia Kemelmajer