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De las neurociencias a la química de los alimentos y el mar: una jornada llena de actividades de País Ciencia

En el colegio St. Martins, los científicos del Consejo brindaron charlas de divulgación científica y talleres para casi cien alumnos.


“Todos los cocineros son químicos y todos los químicos son cocineros, pero muchos no lo saben”, comenzó su charla –titulada “Química gourmet”- Valeria Edelsztein, doctora en Química e investigadora del Consejo Nacional de Investigaciones Científicas y Técnicas (CONICET), en el marco de las actividades que la Plataforma País Ciencia brindó en el turno mañana del colegio St. Martins para sus estudiantes de primero a quinto año.

En primer lugar, Edelsztein mostró a los alumnos cómo, gracias a las propiedades de las soluciones, se puede enfriar una bebida agregándole sal al hielo: “El hielo con sal puede bajar el agua hasta menos veinte grados, porque la sal modifica el punto de fusión. Con el azúcar también pasa –y con casi todo sólido que se pueda disolver-”, explicó la investigadora, e interpeló a los estudiantes preguntándoles cuánta cantidad de azúcar creían que se puede disolver en un pocillo de café. “Depende de la temperatura –develó luego -: a casi cien grados centígrados se puede disolver casi medio kilo de azúcar, lo cual es un montón. Y si aumento la temperatura, la cantidad de azúcar que puedo disolver llega a los 670 gramos”.

Luego habló sobre la densidad: “Los barman lo saben bien: con distintos líquidos se utilizan distintas cantidades de azúcar para que se formen diferentes densidades y por ende queden capas de líquidos de diversos colores”, explicó, graficando el ejemplo con imágenes proyectadas. Por último, demostró otro “secreto de barman”: cómo realizar cócteles de ADN. “El ADN de las frutillas, en alcohol –que no es soluble-, se puede ver o recuperar”. Algo de eso, luego, realizaron los chicos con sus propias manos a la hora del taller que Edelsztein brindó junto a su colega e investigadora del Consejo, Olga Tarzi. Allí, nutriéndose de una bolsita con banana congelada y pisada, detergente líquido, agua, sal, líquido de lentes y algodón, se dedicaron a realizar el experimento de extraer el ADN de la fruta.  También dedicaron un tiempo a trabajar con enzimas a través de otros experimentos, valiéndose de Pervinox, jugo de limón, agua tibia, agua fría y saliva.

En simultáneo, la licenciada en Psicopedagogía Natalia Lozano dio un taller de Neurociencias Cognitivas, donde propuso experiencias lúdicas que permitieron a los alumnos analizar el funcionamiento cerebral a través de juegos de memoria, con variables de color, un test para medir la capacidad de hacer diferentes cosas a la vez, otro con bolitas para que los alumnos estimen cantidades según un vistazo rápido, y por último la exposición de una réplica del cerebro a tamaño real para armar: todo en función de que los alumnos reflexionaran sobre las funciones que se presentaban al reconocer sus propias habilidades durante cada ejercicio.

 

Bajo el mar

“Los invito a ver cómo, en cuestiones de ciencia, todo tiene que ver con todo”, dijo, promediando media mañana, el doctor en Biología Marina e investigador del Consejo Luis Cappozo. Así comenzó su charla titulada “Del Planeta Océano al Mar Argentino”, que fue más bien un viaje de ciencia ficción en el cual científico y alumnos reflexionaron –a través de sonidos, imágenes y referencias a libros y películas, además de información técnica- sobre distintos aspectos del medio ambiente, su relación y los problemas ocasionados por el ser humano.

“¿Qué vínculo hay entre el océano Atlántico Sur y lo que estamos haciendo acá?”, les preguntó como premisa inicial Cappozzo. “El océano, en efecto, regula el clima de la Tierra, que influye en la naturaleza y por ende en el oxígeno que todos respiramos”, dijo. Más adelante explicó en qué consiste el trabajo de un científico –“nos formulamos preguntas, generamos conocimiento y luego siempre algo de eso se aplica”- y cuál es el problema actual más grande: la superpoblación. “Cada vez somos más, entonces tenemos que hacer un mejor aprovechamiento de los recursos. Porque el planeta es limitado y tiene los recursos limitados”, dijo.

En otro tramo de la charla, indicó que mientras que el cien por ciento de la superficie de la Luna y Marte está mapeada, sólo el 5 % de los océanos de la Tierra están explorados, y el 15% de las especies que habitan los océanos son conocidas. “¿Por qué es importante la conservación de los océanos? Porque regulan el clima, capturan el dióxido de carbono atmosférico, producen el cincuenta por ciento del oxígeno atmosférico, brindan alimentos, contienen una enorme diversidad de seres vivos, pueden `guardar` la cura de muchas enfermedades, pero además, es fundamental para regular el dióxido de carbono”.

Cappozzo, que estudia cuatro especies de mamíferos marinos distintos desde el laboratorio que dirige en el Museo de Ciencias Naturales “Bernardino Rivadavia” (MACN), concluyó comentando cómo, a través de la ciencia y la tecnología, no hay límites para la exploración de los océanos: se puede, por ejemplo, censar la población de ballenas en un tiempo acotado. “Necesito del mar –concluyó el investigador, parafraseando al poeta Pablo Neruda- porque me enseña”.