Día del Animal

Como perros y humanos

Investigadores del CONICET estudian las habilidades comunicativas de estos animales y su capacidad de aprendizaje.


El perro fue probablemente el primer animal en ser domesticado. Desde hace más de 15 mil años, cuando empezó este proceso, este animal acompañó y ayudó al hombre en tareas como la caza, la defensa de las casas o el pastoreo. De costumbres sociales, el perro se adaptó perfectamente a la convivencia con el humano hasta convertirse en ‘su mejor amigo’. Hace tan solo algunas décadas investigadores húngaros y alemanes comenzaron a estudiar sus capacidades cognitivas, que fueron producto de la interacción con humanos y cómo esta impactó sobre sus respuestas comunicativas.

“Cuando estaba terminando mi doctorado, quería hacer más observación de los animales en campo y no en el laboratorio. Busqué opciones para estudiar el comportamiento en campo con respuestas sociales y encontré el trabajo del grupo de Michel Tomasello en Alemania y me fasciné. A partir de ahí empecé a buscar literatura sobre comunicación entre perros y personas y en Argentina no había nadie que lo estuviera estudiando. Los perros te permiten, en la interacción, analizar muchas respuestas sociales, es un modelo muy apropiado para estudiar la cognición social que es lo que ponés en juego cuando interactuás con otro de la misma especie o de otra”, comenta Mariana Bentosela, investigadora independiente del CONICET en Instituto de Investigaciones Médicas “Alfredo Lanari” y miembro de uno de los grupos pioneros en el país.

A pesar de ser un área temática aún en formación para la psicología, estudiar las capacidades comunicativas de los perros domésticos es de suma importancia. Hoy en día, además del rol de mascota que tienen que es ampliamente difundido en todo el mundo, ayudan al trabajo del hombre en otras tareas: hacen rescate en catástrofes, detección de narcóticos, de dinero, de enfermedades y asisten a discapacitados, entre otras. Si se mejora la comunicación se podrían optimizar todas las áreas en las que son utilizados. En este sentido, el grupo de Bentosela trabaja analizando cómo se comunican y cómo es el aprendizaje para poder desarrollar estrategias para modificarlo.

Los perros tienen factores fundamentales para poder comunicarse con los humanos: fueron domesticados hace por lo menos son 15 mil años, conviven con el hombre y tienen una relación amistosa con él. “Gracias a la domesticación se expandió su período sensible, una etapa donde los animales establecen vínculos emocionales y aprendizajes muy fuertes. A partir de ahí se vio que tienen conductas de apego, por eso muchos perros cuando se van sus dueños, rompen toda la casa. Se vio también que hay efectos tanto conductuales, emocionales como fisiológicos de la interacción que son positivos. Te genera bienestar cuando interactúas con un perro, obviamente si te gustan”, agrega la investigadora.

Por otra parte, Bentosela considera que otro aspecto importante que tienen estas investigaciones es derribar mitos sobre el objeto de estudio. Parece que todo el mundo “sabe” como se comporta un perro pero esta información no siempre tiene apoyo empírico. Uno de las leyendas que menciona la psicóloga es la de que “los perros se parecen a sus dueños” y explica que si una persona es miedosa, el animal puede aprender esa conducta porque si va por la calle y ve otro perro y el dueño tira de la correa, se le está enseñando la respuesta de miedo pero no porque haya una cuestión de identificación.

“Estas leyendas a veces sirven porque la gente se apega mucho a sus perros: ‘mi perro me entiende’, ‘me cuida cuando me gusta’, pero otras veces obstaculiza la comunicación porque se espera de ellos cosas que no pueden hacer y eso genera problemas de conducta. Un perro es maravilloso en sí mismo, no necesitamos depositarle ninguna otra cosa por fuera de sus características”, dice.

En los animales, en general las miradas directas son expresiones de agresión o amenaza. Sin embargo, en los perros esta es una de las maneras que tienen de aprender porque la mirada les aporta mucha información de referencia. Esta posibilidad de comunicarse es producto de la domesticación y las experiencias de aprendizaje durante su vida. Si bien los cánidos son evolutivamente muy distantes al hombre, vivieron un proceso de evolución convergente, es decir que especies muy lejanas en un mismo ambiente, desarrollan capacidades similares porque se enfrentan a los mismos desafíos.

El perro aprende cosas que incluso el humano no le quiso enseñar o que no quiso aprender él mismo, como por ejemplo los malos hábitos en relación a la casa. Si un comportamiento tiene una consecuencia positiva se va a incrementar, y esto se llama aprendizaje operante. Si al rascar, el perro recibe comida, lo más probable es que incremente su conducta y una vez que rasque al dueño, este le de comida. Estas situaciones tienen lugar por la convivencia en forma accidental.

Con respecto a las emociones humanas, Bentosela comenta que hasta ahora hay trabajos que indican que los perros pueden detectar algunas, sobretodo las positivas, contrariamente a lo que se suele creer. Los trabajos donde intentaron ver si detectaban emociones de enojo obtuvieron resultados negativos. Todavía no hay evidencias fuertes de que en forma espontánea los perros discriminen ciertas emociones.

Actualmente estudian si pueden diferenciar actitudes como por ejemplo la de ser generoso. Para el perro es sumamente importante ver quien lo va a “ayudar” o le va a dar comida. Si están en una situación donde tienen que elegir entre varias personas a quien pedirle algo, es importante que pueda discriminar cuál es la que le va a dar el acceso a ese recurso.

“Los hacemos comparar entre dos personas, una que le indica donde está la comida, y la otra se muestra pero no se la. Efectivamente logran elegir al ‘generoso’ pero necesitan entrenamiento, no es espontáneo.

Intuitivamente uno cree que enseguida el perro sabe quién es bueno, y en realidad este proceso no es tan rápido. Hay una interacción entre las capacidades del perro y ciertas experiencias que atraviesa en la vida”, explica la investigadora.

Finalmente, otro de los mitos que este trabajo permite derribar, al menos parcialmente, es el que afirma que se conocen las diferentes características de carácter entre las razas de perros. Si bien circulan muchos datos sobre cada una de ellas, hay pocos trabajos empíricos que las comparan. Se trata de información de los a criadores que es más bien anecdótica.

Bentosela y su equipo, evaluaron labradores, ovejeros alemanes y caniches porque son las razas que prevalecen en Argentina. Encontraron que los labradores miran mucho más a la cara de la persona cuando quieren acceder a algún recurso que los caniches y los ovejeros. Sin embargo, la psicóloga advierte que solo evaluaron tres de las más de 400 razas que hay en el mundo.

“Los perros tienen muchas capacidades y son realmente sorprendentes. Al principio me costaba armar un protocolo para estudiar sus respuestas porque a veces resolvían las situaciones por un lado alternativo que no lo hubiese ni imaginado. Hay muchos desafíos en cómo evaluarlos porque te enfrentás a un animal que sabe mucho de las personas. No es lo mismo un laboratorio más estandarizado, acá el animal vive con gente desde el inicio. Es un desafío evaluarlos de modo objetivo, sin atribuirles características humanas. Hay mucho para estudiar y hay una ventaja para hacerlo: la disponibilidad para acceder al objeto de estudio, los perros están por todos lados”, concluye la investigadora.

 

Los trabajos se realizan evaluando al perro en casa de las familias, con protocolos estandarizados, previamente analizados por el Comité de Ética del Instituto de Investigaciones Médicas “Alfredo Lanari”. En general son situaciones que imitan lo que el animal puede vivir en su vida cotidiana pero en este caso con los investigadores. También trabajan en refugios caninos porque ahí los perros tienen poco contacto con las personas y es un aspecto interesante a estudiar.Para colaborar con los estudios del equipo de Bentosela, visite esta página web.

 

Por Cecilia Leone.