DIVULGACIÓN CIENTÍFICA

Científicos de Tucumán asisten a comunidades originarias de alta montaña en construcción y desarrollos productivos

Guillermo Rolón lidera un equipo que brinda asesoramiento para la mejora de edificaciones, promoviendo el proyecto de cadena de valor de lana y otras iniciativas.


Un viernes a las 5 de la mañana, Guillermo Rolón, investigador del Consejo Nacional de Investigaciones Científicas y Técnicas (CONICET) y Gabriela Varela Freire, arquitecta y becaria del Consejo, emprenden viaje a Lara, localidad ubicada al noroeste de Tucumán, rodeada por las cumbres calchaquíes de Tafí del Valle. Sucede que allí, la Comunidad Indígena Diaguita Calchaquí Potrero Rodeo Grande ejecuta actualmente un proyecto de cadena de valor de la lana, para revalorizarla y mejorar su comercialización. En este contexto, el investigador y su equipo, en conjunto con la Secretaria de Agricultura Familiar del Ministerio de Agroindustria de la Nación (SAF, MINAGRO), brindan asesoramiento, mejorando los materiales y diseños de las edificaciones, también llamadas “unidades productivas”, y capacitan a los comuneros en todo el proceso productivo de esa fibra natural.

Un ascenso nada fácil

Lara está ubicada a 3800 metros de altura. Llegar a la cima demanda alrededor de cuatro horas en camioneta, por un camino sinuoso y empedrado. El equipo de trabajo, además de Rolón y Freire, está integrado por los Ing. Zoot. Juan José Jorrat, Fernanda Arias y la Tec. María Florencia Gómez -todos miembros de la SAF, MINAGRO-. Este es todo un desafío para el grupo, ya que trabajan en condiciones poco habituales.

Los recintos donde se realizará el proceso de valorización de la lana utilizan adobe y tierra cruda como componentes constructivos. Es importante que estén óptimos y sean confortables y cómodos para trabajar. En referencia a la elaboración del material, Rolón explica: “El adobe se puede producir sin necesidad de consumo energético (electricidad, gas o leña). Simplemente se prepara la mezcla de barro específica -cuya composición varía de productor en productor-, luego se le da forma prismática con algún molde y se lo deja secar al aire libre de manera controlada. Una vez seco, está en condiciones de ser empleado. En cambio, el ladrillo rojizo de producción artesanal, al igual que el cerámico industrializado, requiere un proceso de cochura”. Otra diferencia es la aislación térmica entre materiales: a contramano del ladrillo común, el muro de adobe tiene menor transmitancia térmica; es decir, “aisla más el frío y el calor”. En este sentido, vale aclarar que Lara sufre de amplitudes térmicas importantes.

Freire agrega que los desarrollos constructivos que proponen coinciden justamente con los que trabajan en el Centro Regional de Investigaciones sobre Arquitectura de Tierra Cruda (CRIATiC), que funciona en la Facultad de Arquitectura y Urbanismo (FAU, UNT). Allí evalúan materiales, componentes y elementos constructivos basados en tecnología de tierra, para su aplicación masiva en la resolución de viviendas de interés social, tanto en el medio urbano como rural, como es el caso de Potrero Rodeo Grande.

Ciencia aplicada, en pos del bienestar productivo y social

El proyecto comunitario de articulación entre el Centro de Estudios sobre Territorio y Hábitat Popular (CETyHaP) de la FAU, la Secretaría de Agricultura Familiar y la Comunidad Indígena de Rodeo Grande, que comprende Lara y Potrero, empezó a ejecutarse a principios de 2017, cuando se origina el contacto con los miembros del CONICET con el propósito de revalorizar las técnicas de construcción local, a través del aprovechamiento de los recursos disponibles de la zona. ¿Cuál es su aporte? Realizan pequeñas innovaciones que mejoran las tecnologías y materiales tradicionales. Una vez que elaboran los planos con las dimensiones necesarias y asesoran a los comuneros en las técnicas constructivas, los trabajadores pueden comenzar a ejecutar las mamposterías (muros) de adobe y bloques de tierra comprimida (BTC) para las edificaciones, con el fin de fabricar o acondicionar los espacios que utilizan para la confección, capacitación, almacenamiento, exhibición y venta de los productos de la lana, lo que contribuye en el procesosocio-económico de la comunidad como una posibilidad de generar emprendimientos productivos.

“Las unidades están pensadas con materiales locales y técnicas constructivas vernáculas e innovadoras que permitirán mejorar la calidad del hábitat de los comuneros, bajo condiciones confortables y saludables, utilizando la tierra como material de construcción, produciendo así un menor impacto económico-ambiental”, sostiene Rolón. Asimismo, deja en claro: “Sólo venimos a trabajar sobre la base y el conocimiento que ellos tienen sobre los aspectos constructivos tradicionales, mejorando con el diseño la sismo-resistencia de los edificios”. Por otro lado, considera que las mejoras son oportunas para desmitificar la construcción con tierra, en relación al mal de Chagas, generado por la Vinchuca. “Venimos a renovar las terminaciones de las edificaciones, porque lo que permite el alojamiento del insecto vector no es el material, sino la precariedad en las construcciones”.

En relación a la fase productiva de la lana, Freire aclara que en su actividad productiva pastoril, que incluye el manejo del ganado ovino, caprino y vacuno, parte de la comunidad realiza una trashumancia (traslado) entre la comuna de Potrero, ubicada a unos 1700 msnm en el invierno, y el paraje de Lara, durante el verano. “El ganado de Puna de Lara desciende hacia Potrero debido a las bajas temperaturas invernales. De esta manera, la cadena de valor se mantiene en funcionamiento con el aporte de los miembros de las dos ubicaciones”, dice la becaria. Por último, señala que el proceso se completa con la confección y posterior venta de las artesanías. “En Lara se lleva a cabo la producción primaria: los comuneros esquilan el ganado; luego lo clasifican y acopian. Ya en Potrero, las hilanderas lavan la fibra, la cardan, hilan, tiñen y confeccionan las prendas”.

Esta colaboración interinstitucional deja entrever una sola cosa: sólo la sinergia de múltiples actores permite cambiar la realidad de comunidades originarias y generar iniciativas que mejoren sus condiciones de vida.

CONICET mejora los materiales, realiza planos y asesora en las construcciones, Y la SAF asesora y capacita en el desarrollo de la cadena de valor de la Lana.