TECNOLOGÍA

Burletes al gasto innecesario

¿Cómo hacer un uso más eficiente del gas natural en el hogar, que permita cuidar la economía doméstica y evite el desperdicio de un recurso no renovable?


De acuerdo al Balance Energético Nacional de 2014 de la Secretaría de Energía de la Nación, el gas distribuido por red representa alrededor del 39 por ciento del total de la energía consumida anualmente a nivel nacional y un 65 por ciento de la utilizada en hogares. Dado que se trata de un recurso fósil, tan necesario como limitado, resulta importante que los usuarios eviten malgastarlo y se libren, al mismo tiempo, de tener que afrontar una factura más abultada.

Luis Juanicó, investigador independiente del CONICET en la Comisión Nacional de Energía Atómica (CNEA), aporta una serie de recomendaciones para que los hogares hagan un uso más eficiente del gas que permita reducir el consumo sin afectar el bienestar de sus habitantes e incluso, en algunos casos, mejorarlo.

 

Calefacción

“Los calefactores a gas son una de las alternativas más frecuentes de los argentinos a la hora de calentar la casa durante los meses de frío. El problema es que por las dificultades que implica encenderlos una vez que están viejos y comienza a funcionar mal el chispero mucha gente deja el piloto prendido durante todo el año. Esto implica un gasto totalmente innecesario que no es menor, pues el piloto consume alrededor de un 15 por ciento del gas que se necesita para llevar la llama de la estufa al máximo. La solución al problema es abandonar la desidia y arreglar los calefactores o, al menos, afrontar el esfuerzo de encenderlos una vez al año. Apagarlos también evitará el recalentamiento de la vivienda durante el verano y brindará un mayor confort”, afirma Juanicó.

Muchas veces las deficiencias en los cerramientos de puertas y ventanas permiten que a través de ellos se cuelen corrientes de aire frío. “La solución inmediata a la que recurren muchos usuarios es aumentar la llama de la estufa, pero esta medida, en realidad, nunca logra sobrepasar el malestar provocado por el ’chiflete‘. Hay poner burletes en todas las puertas y ventanas”, indica el investigador.

Otra medida alentada por Juanicó para mantener cálida la casa cuando hace frío afuera es subir las persianas durante el día, cuando da el sol, y bajarlas por la noche. En caso de no que no haya persianas, el investigador sugiere poner doble vidriado: “Un vidrio simple y sin persianas lleva a que se pierda muchísimo calor, lo que se suele tratar de compensar a través de la calefacción”, asiente.

En términos más generales, para aquellos estén pensando en construir su casa, Juanicó recomienda invertir en la aislación térmica de los muros. De acuerdo a su criterio, en el largo plazo esto es conveniente tanto en términos económicos como de bienestar. “Para un clima templado como Buenos Aires, una capa de cinco centímetros de lana de vidrio o de telgopor sobre el interior de las paredes exteriores de durlock o fenólico es suficiente. Esto no es solo es útil para evitar el enfriamiento de la vivienda en invierno sino también el sobrecalentamiento durante el verano”, señala. Otra posibilidad, de acuerdo al investigador, es pintar las paredes con pintura aislante, que viene con microesferas de vidrio.

 

Termotanque

En este caso el uso responsable está vinculado principalmente a la regulación de la temperatura del agua que permanece almacenada en su interior, generalmente entre unos 100 y 120 litros.

“Es probable que en una casa de familia haya un horario del día en el que necesiten bañarse tres o cuatro personas con poca diferencia de tiempo y entonces para que alcance el agua caliente para todos sea necesario llevarla a 70 grados –que es el máximo- de modo de poder mezclarla con una mayor porción de agua fría durante el aseo sin que se pierda la sensación de confort. Pero no hace falta sostener esta temperatura durante el prolongado tiempo del día en que nadie se baña. Al hacerlo, se obliga al quemador a encenderse y apagarse reiteradas veces y se desperdicia gas inútilmente. La solución es llevar la perilla a 70 grados unos quince minutos antes de comenzar la tanda de baños y volverla poner en el mínimo cuando esta termine”, aconseja el investigador.

De todas formas, Juanicó aclara que esta recomendación es válida para la temporada de frío, porque en verano es suficiente con mantener la temperatura del agua en 40 grados. De acuerdo a su criterio, en hogares unipersonales o en los que sus ocupantes están afuera durante todo el día, lo más recomendable es que el termotanque quedé en piloto durante el lapso de tiempo que no hay nadie en la casa.

Infografía Gas

 

Ducha

También relacionado con el baño, Juanicó considera que cambiar el tamaño de la regadera de la ducha puede contribuir a reducir los consumos de gas y de agua.

“La mayoría de las regaderas que tenemos son muy chicas. Lo que hay que hacer es ir a la ferretería y comprar una de mayor tamaño. Cuando uno tiene una regadera chica y se baña, moja sólo una pequeña parte del cuerpo lo cual resulta poco confortable y eficaz. Para compensar, la gente abre más la canilla, con lo que sólo intensifica el chorro de agua, lo cual es ineficiente, porque si uno tiene el doble de caudal de agua no logra abarcar el doble de superficie del cuerpo, que es lo que se pretende. Si la regadera tiene un cono más grande y por lo tanto cubre un espacio más amplio, uno se va a poder bañar mejor”, explica Juanicó.

 

Cocina

Juanicó también tiene algunas recomendaciones respecto del uso del horno y las hornallas. “El horno muchas veces está pegado a la alacena por lo que pierde mucho calor por contacto térmico. Eso hace que usemos gas para calentar un horno que al mismo tiempo se está enfriando por la comunicación con la pared. Lo que se puede hacer es poner una lámina de cinco centímetros de espesor de lana de vidrio entre la cocina y la alacena para generar una aislación térmica. Esto también servirá para evitar que se estropee el mueble”, afirma.

En cuanto a las hornallas, Juanicó considera que para cocción en agua lo mejor, si se quiere ahorras gas y tiempo, es usar una olla a presión. La ventaja es que calientan el agua a mayor temperatura, dado que en vez de hervir a 100 grados pueden hacerlo a 150, lo cual posibilita reducir el tiempo de cocción a menos de la mitad y hacer así un uso más eficiente del gas.

“Si no cuenta con una olla a presión, una vez que el agua esté hirviendo es conveniente bajar la perilla de la hornalla al mínimo dado que por más fuerte que esté puesta la llama, el líquido no va a levantar más allá de los 100 grados por lo que la comida no se va a cocinar a mayor velocidad; lo único que se logrará es evaporar el agua contenida”, señala el investigador.

Por Miguel Faigón