III JORNADAS DE PERIODISMO CIENTÍFICO

“En las noticias policiales hay mucha ciencia”

Lo dijo Ricardo Ragendorfer, el periodista que debatió con el Dr. Corach sobre la difusión de la ciencia referida a la Justicia en los medios.


La tercera edición de las Jornadas de Periodismo Científico tuvieron su último encuentro, donde se debatió sobre un eje cada vez más importante para el Consejo Nacional de Investigaciones Científicas y Técnicas (CONICET): la ciencia ligada a la Justicia. En tal sentido, se invitó al Dr. Daniel Corach, director del Servicio de Huellas Digitales Genéticas que desde la Facultad de Farmacia y Bioquímica de la Universidad de Buenos Aires realiza desde 1991, entre otras tareas, pericias de ADN para casos judiciales, y el periodista especializado en policiales Ricargo Ragendorfer. Ambos conversaron sobre los avatares, las generalidades y especificidades de los procedimientos científicos y tecnológicos detrás de las investigaciones de casos criminales.

Para comenzar, el Dr. Corach se remontó a sus inicios en la profesión científica. “Mi idea no era ser forense: hice mi carrera de grado como biólogo y quería analizar la evolución de los organismos. Estudiaba la diferenciación de roedores en su capacidad de transmitir una patología: la fiebre hemorrágica. Analicé las características del ADN de esos roedores, y fue así como terminé mi carrera de doctorado e ingresé como investigador. Ahí empecé a ver qué chances había de usar la misma herramientas que usaba para diferenciar ratones, pero en seres humanos”.

Y continuó: “En ese momento, un periodista llamado Enrique Tafetani nos hizo una nota para Clarín, el suplemento de Ciencia, y Sergio Lozano hizo otra para Página/12, sobre el sistema que estábamos desarrollando para estudiar el ADN, desde el punto de vista judicial y también médico”. Gracias a ese aporte de los medios, comentó, se inició en 1991 el Servicio de Huellas Digitales Genéticas: porque representantes de la Justicia leyeron esa nota y se acercaron al Dr. Corach para pedirle pericias de ADN en casos judiciales. “Gracias a los medios nosotros existimos: en 1991 se pudo conocer públicamente este servicio y comenzó la vinculación con la Corte Suprema. Fue el puntapié: sin los medios esto hubiese costado muchísimo más”.

Ragendorfer, periodista de Tiempo Argentino, también comentó cómo llegó a la profesión. “Mis inicios fueron absolutamente sorpresivos: de niño yo carecí de vocaciones. Mis pasos por las universidades fueron erráticos y variados, el último fue en México, a los 19 años, donde me financiaba con una beca de la embajada austríaca. Abandoné Economía, carrera que estaba estudiando, y al quedarme sin beca me vi obligado a buscar trabajo. Ahí me enteré que en un semanario trabajaba Carlos Ulanovsky, y un conocido me había pasado su contacto. A la semana publiqué mi primera nota”. Desde entonces, jamás lo dejó de hacer: “Luego me di cuenta que estaba elegido para este oficio y que pertenezco a la última camada de periodistas que se formaron en las redacciones. Escribí hasta críticas de cine, pero siempre me había gustado la novela policial y también leer noticias policiales”.

Su primer reportaje policial se tituló “De profesión delincuente” y fue una entrevista a alguien que había hecho una salidera. En la Revista Cerdos&Peces comenzó a escribir perfiles sobre pistoleros “célebres”, en una sección que se llamaba “Vidas ejemplares”. Pero rememoró, además, su primera nota para El Porteño: una crónica sobre la primera operación de corazón artificial.

Enseguida, ambos especialistas en policiales y judiciales se inmiscuyeron en el corazón del debate de la jornada: ¿cuánto de ciencia puede tener la justicia?, ¿cuánto de esa ciencia en la justicia llega a verse reflejado en las noticias policiales y judiciales en los medios?

“Idealmente la Justicia debería contar con toda la batería tecnológica disponible, pero en los hechos la Justicia no sabe ponderar el trabajo de la ciencia. Falta educación en este sentido a quienes administran la Justicia: en las facultades de Derecho debería haber cursos para evaluar estadísticamente el peso de una prueba y la necesidad de hacerlas, porque además todo esto va cambiando muy rápido. Hay que adecuar los programas educativos con la velocidad de los cambios”, opinó el Dr. Corach.

A su turno, Ragendorfer manifestó que las pruebas que da la ciencia a la Justicia son un dato de la realidad y como tales no pueden soslayarse de las crónicas periodísticas. “Nos tendríamos que remontar, en ese sentido, al origen del periodismo: a los orígenes de la novela policial y detectivesca, también. Nos tendríamos que hacer la siguiente pregunta: ¿la vida imita la literatura o la literatura imita a la vida?”. De hecho, continuó, “las primeras novelas policiales antes de las noticias policiales estaban enfocadas en detectives que se basaban en el método hipotético-deductivo”.

Pero luego Ragendorfer reflexionó: “En las noticias policiales hay mucha ciencia: no hay investigaciones sobre homicidios u otros homicidios complejos que no tengan cobertura científico tecnológica. No hay en el mundo investigación que prescinda de esas cuestiones, pero eso no mejora o empeora esa investigación en sí misma. En un momento se pensaba que en todos los órdenes de la vida los adelantos científicos o tecnológicos iban a solucionar los grandes problemas de la humanidad para vivir mejor y más justa, pero lejos de eso, en la actualidad uno compra un teléfono de alta generación y cuando llega a su casa hay uno más moderno. Eso, reflejado en los avances aplicados a las investigaciones jurídico policiales desde luego que ensanchan de manera explícita y gloriosa los campos o dispositivos o procedimientos para llegar a la verdad en determinado caso, pero por otras razones que tienen que ver con el contexto o la realidad, no creo que ningún lugar del mundo eso haya hecho que los delitos cometidos en las sociedades desciendan de una manera notable o que haya más esclarecimientos de delitos”.

“Desde el Servicio de Huellas Genéticas ayudamos a la resolución de casos criminales y civiles, participamos en más de 16 mil casos”, siguió el Dr. Corach en otro tramo de la jornada. “Ha habido un uso tal vez no muy bien orientado, pero se usó. Dado que quienes lo pidieron no estaban en condiciones de interpretar el resultado y se restringían a las conclusiones sin poder evaluar sobre base sólida los resultados reales del detalle de lo que estábamos aportando. Por eso, desde el principio adoptamos controles de calidad internacionales y generamos controles de calidad locales para que todos los laboratorios que ofrecen resultados a la Justicia se sometan a un control para garantizar que le resultado que recibe un juez sea un resultado creíble”.

Y sobre el uso mediático de esa información científica en casos policiales, el genetista expresó que “ahora las cosas cambiaron: los medios, en muchos casos, hacen una interpretación algo rápida y no siempre correcta, y hay una suerte de necesidad imperiosa de tomar esa información antes de que llegue a los lugares que debe llegar. Hay una presión por saber qué pasó con un ensayo, cuando en realidad los ensayos se repiten muchas veces, hay que confirmar los datos, y hasta que no concluye totalmente no se da información. Es el juez el que debe incluirlo en el expediente para que sea público. A partir de ahí debe llegar a los medios”.

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